DESDE ESPAÑA CON AMOR | Directrices para un guión por escribir
Autor | José Luis Peña Follow @QuincyChile
Saludos en la distancia para todas las almas colocolinas; un sincero abrazo a mis compañeros de letras; mis parabienes a quienes se visten con otros colores y un recuerdo de gratitud para mis fieles seguidor@s: es hora de empezar a analizar y valorar el pequeño recorrido que Colo-Colo lleva andado en este Apertura 2016.
Pero antes de afrontar (a mi manera, eso si) el devenir del equipo cacique en este incipiente comienzo de torneo, es menester dibujar algunos de los aspectos por los cuales se rige este mundo llamado fútbol.
Impredecible. Misterioso. Jalonado de una incertidumbre que lo hace mágico, único. Cabalgando a lomos de un caballo que nos transporta a paraísos e infiernos emocionales. Con la incertidumbre que proporciona un guión escrito en la penumbra del silencio para luego tornarse grito o susurro según sea el resultado final.
Una montaña rusa. Con subidas al azul claro del cielo y hundimientos a las más oscuras simas. Cielo, paz, remanso de felicidad. Con oscuros túneles que atravesar. Desasosiego. Con el miedo encogiendo corazones. De religión encubierta. De almas que sufren, alientan y empujan unos colores. Con la alegría a cuestas. Con el dolor cruzando de lado a lado nuestros espíritus. Con las dudas jugando al escondite. Felicidad fugaz. Desamparo interminable. Cantos silenciados. Brazos y puños al aire.
Esto es el fútbol cuando se lleva en la sangre la pasión por un equipo. Sin respiro. Con las emociones a flor de piel. Sentimientos multiplicados por cien. Sin escapatoria. En perfecta comunión entre nuestro corazón y el club objeto de nuestro cariño. Matrimonio bien avenido. De cuando decimos sí. En lo bueno y en lo malo. En la victoria y en la derrota. De cuando salimos campeones o nos pasan por encima. Fieles y leales para un sí eterno.
ENCRUCIJADA ALBA
“El mundo del fútbol se cimenta sobre una montaña de pasiones donde los desprendimientos son constantes”.
Pintan bastos para Colo-Colo. Todo está recién empezado pero la desazón comienza a plantar sus dominios. En cuatro partidos disputados son las dudas quienes asoman las orejas por entre la niebla. De 12 puntos posibles tan solo cuatro jalonan un paupérrimo balance. Balance que nos coloca en la tesitura de saber que el margen de error se reduce a la mínima expresión.
Se nos pidió paciencia y la dimos. Nos comentan que el trabajo del cuerpo técnico es intenso y no lo ponemos en duda. Jugadores y Pablo Guede con discursos realistas (por fin) y nosotr@s viviendo tiempos de nervios. De cuando sentimos que esto no arranca. Que se vencen los plazos debido a la corta duración de un torneo engendrado para sufrir.
Colo-Colo es a día de hoy un equipo en construcción. A remolque de la improvisación. Como si estuviese en plena pretemporada. Reduciendo marchas. Con una sala de máquinas cuyos engranajes chirrían. Toca engrasar la maquinaria a base de trabajo pero con el riesgo del que el agua sobrepase la línea de flotación. Sin tiempo para aprender a nadar y con los botes salvavidas insuficientes para acarrear tanto desbarajuste.
“El peso del pasado es en ocasiones tan asfixiante que ahoga todo intento de escapatoria. Es como el yugo que nos mantiene unidos e impide saltar la vereda”.
Intentar cambiar todo los esquemas en los cuales se basaba el equipo de la noche a la mañana es imposible. Requiere de tiempo y trabajo. Se necesita de algo más que paciencia. Para romper moldes establecidos en el tiempo por la vía rápida es necesaria una revolución. Pero toda revolución tiene sus propios mecanismos. Golpear las viejas estructuras en el mundo del fútbol y zarandear los vicios adquiridos de etapas anteriores no es tarea fácil.
Con la contratación de Pablo Guede como nuevo DT dio comienzo una nueva etapa. Aires frescos para un equipo anquilosado y con poca o nula capacidad de respuesta por mor de unos estilos y formas que dejaron de funcionar. Tiempo de esperanzas renovadas. Hora de mirar adelante y levantar la mirada al cielo.
Pablo Guede insufló en los corazones y almas caciques toneladas de ilusiones, a pesar de su seria advertencia de que dispusiéramos de las suficientes reservas de paciencia como para aguantar los posibles chaparrones venideros. Pero el espíritu de los que llevamos el indio en el pecho no entiende de eso. Buscamos resultados inmediatos. Es ganar y ganar aun sabiendo que la victoria se paga cara.
“La realidad es la que es y no se transformará ni aplicando la táctica de la avestruz ni disimulando que nada pasa”.
Pablo Guede llegó a nuestro presente de igual forma que lo hace un elefante en una cacharrería. Más por nosotros que por él. Comedido, sin atropellar. Prudente. No quiso vendernos humo. Seguro de sí mismo y ofreciendo su trabajo como aval. Con una idea y conceptos claros de lo que pretendía hacer. Sueños. Y las almas cacique soñando de pie.
Se venían cambios. Cambios de actitud. Variaciones en las formas de entrenar. Con giros a la hora de implantar nuevos patrones de juego. Días de ambiciones renovadas. Congelando los métodos viejos de trabajo. Intensidad. Dominio. Lucha sin cuartel. En busca del triunfo perdido. Abriendo horizontes y estrechando infiernos. Fuerza, garra y jerarquía. La impronta que Colo-Colo lleva en su interior.
Y todo este compendio de nuevas esperanzas, de ilusiones por estrenar y con planes de futuro en desarrollo, se esfumó en cuatro partidos. Maldita impaciencia que pide resultados inmediatos. De repente se acabaron los créditos para el cuerpo técnico y jugadores. Tras 360 minutos de campeonato ya hay quien empuña las bayonetas y anuncia revoluciones. Toque de corneta y cargar contra todo lo que se mueva. Restando tiempo y levantando paredones.
A descabezar. Preparando la silla eléctrica. Con la soga en la mano. Afilando guillotinas. Que si a Guede se le agotó la cuenta de ahorro. Que si los nuevos fichajes no carburan. Que si los veteranos no dan la talla. Que si los jóvenes no se enteran en donde están. Ejerciendo de jueces en juicios sumarísimos. Buscando culpables. Negando el agua en plena sequía. Con la impaciencia arruinando esperanzas. Dando duro. Castigando desde el principio. Guerra sin cuartel. Con el grito de ¡a por ellos! presidiendo el discurso. Y todo esto después de tan solo cuatro actos consumidos.
CON GUEDE. ASÍ ME QUEMEN
Quienes promueven zarandear el árbol cuando ni tan siquiera éste tiene ramas, lo único que consiguen es entorpecer el paso del futuro. Un equipo no se forja de la noche al día. Es pernicioso buscar resultados inmediatos cuando todo está por hacer. Los proyectos ganadores no nacen de la improvisación. Requieren de un recorrido. De un tiempo extra si cabe. Debiéramos asumir los hinchas del más popular que las prisas son malas compañeras de viaje.
Tod@s tenemos un entrenador dentro. Es inevitable. Sucede en todas partes. Desde el equipo más grande al más chico. Cuando todo anda bien permanecemos callados. Ahora bien, cuando el destino se tuerce sacamos el hacha y nos disfrazamos de improvisados técnicos que tienen la solución a todos los males. Agitando baritas mágicas para demostrar a los demás lo listos que somos.
No ejerzamos de diletantes. Seamos críticos con Guede y jugadores, pero desde una postura positiva. No derrumbemos sin antes haber construido. Llevamos recorrido un exiguo camino y ya hay quien pretende coronarse campeón. No pidamos milagros a la realidad. Recapacitemos a la hora de lanzar dardos envenenados. Analicemos el presente sin poner en peligro el futuro.
Estoy con Guede. Acaba de empezar y no estoy por la labor de ponerle zancadillas. Es más que posible que todas aquellas buenas intenciones con las que empezó se toparan de bruces con una cruel realidad; “el fútbol no lo dictan los deseos, sino los resultados”.
Es posible que carezca del plantel necesario para poder desarrollar su idea de juego. Tal vez existan dos o tres jugadores desconectados o que les cueste un mundo entender los nuevos planteamientos. Igual no es tiempo suficiente el transcurrido para poner todo en orden. Quizá la presión por ser quien somos esté abriendo vías de agua.
Reconozco que Colo-Colo hoy por hoy es un conjunto a la deriva. Que se rompe con mucha facilidad en dos. Que juega a remolque incluso cuando el rival se queda con 10 jugadores. Sería de tontos no admitir que se perdió la jerarquía jugando de locales. Que se juega a impulsos y sin criterio en ocasiones. De lo poco que sirven cinco delanteros sino tenemos con quien llegar adelante. Que nos falta gol y existen enormes lagunas en defensa.
Confío en los criterios futbolísticos que Pablo Guede propone. Me opongo a desactivar un proyecto ideado a medio y largo plazo con tan solo cuatro fechas disputadas. Los colocolin@s tenemos que aprender a vivir el día a día cuando algo novedoso se nos presenta. Doblar lo nuevo y convertirlo en migajas solo trae consigo apagar futuros que no se dejaron crecer.
Demos tiempo a otra forma de entender el fútbol. Dejemos posar el caldo de cultivo pernicioso que la desesperación está formando. No matemos el porvenir por culpa de la impaciencia. Seamos capaces de ser críticos pero sin caer en el pecado de la imprudencia. El fruto del éxito en el fútbol se basa en llegar sin cortapisas y sin nervios a esos periodos de tiempo que oscilan entre el mañana inmediato y el porvenir más cercano.
Cortar las alas antes de que estas crezcan es seccionar las reales posibilidades de seguir creciendo. Si tras cuatro envites disputados la cabeza nos empuja a destruir a todo lo que consideramos cáncer, el resultado final de la operación nos conducirá a la improvisación y el caos. Y tengamos en cuenta que bajo el auspicio de estas premisas (improvisación y caos) el recorrido hacia la victoria se verá avocado a circular por un callejón sin salida.
FUERZA ALBA
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