El catorce de los blancos
Autor | Javier Contreras Follow @JavierSaCoPe
Imagen: Twitter @crixpizarro
Nací a principios de los ochentas y antes de los noventa ya era colocolino, así pude disfrutar a concho el campeonato más importante que ha obtenido nuestro club. Pude ver grandes jugadores calzándose la alba y a pesar de que en esa época el fútbol europeo era algo inalcanzable, mi fanatismo por el deporte rey me llevó a conocer algunos nombres de clubes importantes como Bayer, Olimpique, Barcelona, entre otros.
Entre la poca información que nos llegaba de la actualidad futbolística europea hubo un equipo que me deslumbró y casi me sentí un tifosi más. El negro y rojo, sumado a la garra característica de ese plantel dirigido por Arrigo Sacchi, más las figuras de la selección holandesa (Gullit, Rijkaard, Van Basten) y obviamente la férrea defensa comandada por un elegante Franco Baresi, fueron motivos suficientes para tener en el corazón a este club e incluso bautizar a un pequeño equipito de baby que teníamos en la escuela como el Milan. Después que llegara Borghi al Eterno y que Fabio Capello mantuviera una hegemonía de triunfos selló mi vínculo con el rossonero. Obviamente al crecer supe de un tal Berlusconi que dicen era uno más de ese grupo y que debido a mi ideología anti-fascista, me llevó a ir olvidando ese cariño que le tenía al negro y rojo italiano, así como ellos mismos se fueron olvidando de su gloriosa historia, donde hoy ni si quiera aparecen en las competencias europeas.
Por ese entonces yo tenía como gran referente al “Káiser” Pizarro, obviamente un cariño especial hacia Barticcioto, luego vino ese gran jugador que era el Calamar Espina, vino Emerson y siempre quise jugar como Juan Carlos González, elegante en la salida, acrobático para despejar balones y con llegada al gol. Así fueron pasando los años y bajando mi idolatría por jugadores en particular, ya que muchas veces estaba más preocupado de pasar ramos, parar la olla y otras cosas cotidianas. Al pasar los años maduré esa idea de que los jugadores pasan, pero la institución queda.
Todo esto hasta la aparición de ese joven callado que llenó de gambetas y lindos tiros libres el monumental. Un joven de mi región, que salido de las entrañas de nuestras inferiores supo llegar a lo más alto de Sudamérica. El catorce de los albos es un crá decían los relatores argentinos que no podían creer las jugadas que armaba y cómo les pintaba la cara a sus rivales. El 2003 apareció con personalidad que se confirmó el 2006 donde fue importantísimo en la final contra el archirrival y ni hablar de la Sudamericana. Sin quererlo sentía esas cosquillas de niño al ver jugar al “Mati”, se ganó mi corazón y mi admiración, era una fiesta verlo jugar y esperar una pelota parada desde tres cuartos de cancha, que eran seguras opciones de gol. Pases mágicos y ni hablar del dribling, que un día lo llevó a meter un maradoneo que partió, a pocos metros de la banca local del “David Arellano”, después de un pase del “Multicampeón” Mena. Todo terminó con un precioso globo al portero rival en el arco sur, después del largo caracoleo donde pasó a más de cuatro rivales sin contar el arquero. Un verdadero ídolo y ejemplo de valor para todos los niños que llevan el indio en el pecho.
Todo lo que pasó en Europa es historia y nunca logrará borrar lo que nos hizo sentir al jugar acá, que me importa si hoy son otros los mejores chilenos en Europa, para mí Matías Fernández es mi último ídolo. Y para recalcar el amor que siento por el “Pelusa”, con la tranquilidad de haber finalizado mi columna, lo veo acercarse a Pizzi para hablarle al oído y me doy cuenta de la tragedia que se viene. Ningún comentarista entiende o siente lo mismo al ver la cara del catorce, recién se dan cuenta de la lesión cuando el cambio ya está escrito en la papeleta. Hoy que se inicia una nueva aventura en el Milan y que no ha comenzado de la mejor manera, debemos reafirmar lo positivo del fútbol y poder dar ese aliento que Pizzi trató de entregarle en un abrazo, el mismo amor que rápidamente apareció en las redes sociales con la carta dirigida a Matías que nació en nuestra página. Hoy que revive mi amor por el club italiano, espero que sea el último paso del “Crá” antes de volver a su casa que es donde mejor se siente.
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