El peso de la duda
Autor | José Luis Peña Follow @QuincyChile
A quienes llevamos el indio en el pecho con orgullo y pasión; a mis colegas de columnas que les veo sufrir en la distancia; por toda esa gente que sin ser de Colo-Colo respiran aires de respeto y a cuant@s hacen de mis trabajos un ejercicio de supervivencia: en esta ocasión no me voy a ir por las ramas. Por esta vez evitaré dar rodeos e intentaré ir al grano.
Es mi deseo mostraros de forma abierta y transparente (más aún si cabe) del desconcierto que se instaló en mi persona, propiciado tras la nueva debacle sufrida por el cacique en el partido que le enfrentó a Huachipato en el partido de ida de octavos de final por Copa Chile.
Bien se podría decir que la base que sustentará esta nueva columna vendría a equivaler a una especie de carta abierta dirigida al entrenador de Colo-Colo, Don Pablo Guede. Apenas han transcurrido siete días desde mi último trabajo (donde postulaba por la continuidad de nuestro DT) y las dudas ya empiezan a tener su peso.
Tras el nuevo y repetitivo fiasco en tierras de Talcahuano, aunque en esta ocasión no con carácter irreversible, debo admitir que el crédito que mantengo con nuestro DT se está viendo muy seriamente afectado.
CAMBIANDO DE REGISTRO
No soy persona que cambie de opinión con facilidad. Esto tampoco me otorga el titulo de tozudo el año, pero debo reconocer que me cuesta Dios y ayuda intercambiar o permutar ideas y pensamientos surgidas del interior de uno mismo. No soy de esquemas férreos ni apoyo el pensamiento único. Creo reconocer la disparidad de criterios y del beneficio que otorga el diálogo y la confrontación dialéctica o escrita.
El problema surge cuando ese diálogo surge de las entrañas de uno. De cuando nos hablamos a nosotros mismos y te encuentras sumido en un mar de dudas, percatándote que tus planteamientos iniciales empiezan a resquebrajarse temiendo tal vez que estabas equivocado. Nunca es fácil ni es plato de buen gusto dar marcha atrás. Pero estimo que va siendo hora de ir poniendo el freno de mano y empezar a recapacitar si mi apoyo a Pablo Guede debe seguir adelante o debe girar 180º.
EL VALOR DE LA DUDA
Hasta el momento he mantenido un apoyo incondicional hacia la figura de nuestro míster. Él llegó reclamando paciencia y con unas ideas claras de cual era el sistema que deseaba implantar en Colo-Colo. Nos encantó su propuesta de hombre ganador, decidido y predispuesto a revolucionar un equipo que se mostraba tristón, apagado, sin chispa y con escasos visos de recuperación.
Pareció que al Monumental David Arellano llegaba un tornado dispuesto a arruinar la desidia, fumigar el mal juego y restablecer el equilibrio desgastado por largos meses de agonía en cuanto a juego y jerarquía perdida. Se nos vino a decir que se terminaba el ciclo donde predominaba el resultado sobre el juego. Que el carácter netamente ganador volvería a asomar el hocico por los pastos de Macul. Se nos dijo, y así lo creímos, que nuevos aires darían forma a las esencias perdidas en un Colo-Colo sin alma ni pasión.
Pero transcurridos seis fechas del Apertura 2016, tres o cuatro amistosos, un sinfín de entrenamientos y un partido de copa, la realidad es que estamos peor de lo que podíamos imaginar en un principio.
El valor que adquieren las dudas va intrínsecamente ligado al compromiso que poseas, en este caso con Colo-Colo. Cuanto más ames más pesarán las dudas. Dudas que posen su propio recorrido y que al interferir en el corazón y alma hacen un efecto rebote multiplicador.
LA PACIENCIA TIENE LÍMITES
Nunca hubo ni habrá escala que delimite cual es el punto exacto donde la paciencia comienza ese punto de no retorno. Y menos si de fútbol tratamos.
Lo que hoy se presenta negro es posible que tras un resultado o resultados positivos se transforme en verde esperanza. Pero la esperanza, al igual que ocurre con la paciencia, tiene su punto de inflexión.
Cuando ambas, paciencia y esperanza, que en sí son dos conceptos diferenciados, ven como en sus bases asoman los primeros síntomas de fatiga es hora de empezar a apuntalar y fijar las partes sensibles para evitar el desplome emocional.
Viene a ser como cuando en ciertas partes del mundo anuncian la llegada de un tornado, huracán o tifón. Se toman las medidas oportunas para minimizar riesgos. Pero con los sentimientos este modelo de preaviso no funciona.
Imposible saber cuando llegará la tormenta tropical. Difícil saber por dónde debes empezar a resguardarte del ímpetu de los elementos.
Son instantes donde la desorientación y el desorden de los pensamientos se entremezclan para formar un batiburrillo de sensaciones extrañas, inquietantes y hasta dolorosas. Se rompió el equilibrio y que con ello los estados de paz y armonía.
RUPTURA DE VALORES
Tal vez lo que a continuación deseo expresar requiera de ustedes una segunda lectura. No es necesario leer entre líneas pero de seguro que en primera instancia os sorprenderá. Son las cosas que cada uno de nosotr@s portamos las que nos diferencian.
Cada hincha del más grande tiene su propia opinión de las circunstancias que rodean el devenir de nuestro equipo. Contrastamos opiniones y lanzamos al aire de Macul nuestra forma de sentir, pensar y de sufrir (digo sufrir porque es lo que nos está tocando vivir). Visiones diferentes apegadas a unos sentimientos que brotan de la pasión. Cada uno de nosotr@s interioriza a su manera tanto la alegría como la tristeza en función al discurso que Colo-Colo nos propone.
El abanico de registros a la hora de exteriorizar los sentimientos es amplio y variado. No es hora de enumerarlos. No es el momento. Somos lo suficientemente inteligentes como para saber de qué estamos hablando. Toda opinión es respetable y hasta asumible siempre y cuando las formas violentas no hagan acto de presencia.
¿Por dónde se empezó a quebrar mi confianza en Pablo Guede?
No por los resultados ni la manera vertiginosa y alocada que tiene de plantear los partidos Guede. Ni tan siquiera el hecho significativo de cargar con tres derrotas como locales la utilizo de escusa. Sigo estimando que proyectos confeccionados a medio y largo plazo debieran tener el recorrido necesario sin mirar hacia el pasado más reciente ni verse cortado el trayecto por presentes desilusionantes.
Acepto que la historia de todo club del mundo está plagada de altibajos. No siempre podremos salir victoriosos ni alcanzar la gloria en cada torneo. De igual forma que existe periodos de vacas gordas se sobrevienen tiempos de vacas flacas. Instalarse de manera perpetua en el Olimpo en el mundo del fútbol es una utopía. Ningún conjunto ni selección del mundo lo ha conseguido.
Así, por tanto, eliminado el factor desgaste a causa de un juego deslavazado y deficiente, por donde es complicado adivinar si el patrón establecido por Guede es suicida o de valientes, el desapego viene marcado por sus últimas declaraciones a la prensa.
En nuestro entrenador se instaló una muy mala compañera de viaje: la soberbia. Esa que te vuelve descaradamente altanero y que impide, entre otras cosas, concentrarse en la autocrítica y aceptar de buen grado los errores que otros te marcan.
La soberbia como tal tiene múltiples recorridos y me atrevería a decir que ninguno bueno. Su sombra es alargada.
La prepotencia te hace estar en permanente conflicto con los demás. En primer lugar ahuyenta el filin que pudiera establecerse entre entrenador e hinchada. En segundo lugar, da pábulo a las huidas y malas contestaciones cuando se tiene que enfrentar a los medios de comunicación. Y en tercer lugar, todo soberbio deberá evitar en lo posible tropezarse con otro igual que él, de igual manera que ocurre cuando dos egos coinciden en el mismo lugar.
La soberbia, el desplante y hasta la falta de respeto (no necesito acudir a un entrenamiento para comprobar lo bien que trabajan y lo mal que vamos); esas actitudes chulescas llenas de tics insidiosos que hacen renegar de la opinión de los demás; las formas y maneras de encarar las críticas presididas por un discurso huidizo y esquivo; amén de las lógicas consecuencias que todo acto cargado de arrogancia trae consigo, hicieron que en mi se encendieran las alarmas contraincendios.
DISCURSO MEDIOCRE
A Pablo Guede las cosas no le están saliendo como sería su deseo. El vértigo que intenta imponer en Colo-Colo se le volvió en contra y lo atrapó por culpa de unos resultados calamitosos y un sistema de juego instalado en el caos, la improvisación y la pura experimentación.
Cuando durante semana sí y semana también nuestro entrenador se ve enfrentado a una realidad que es la que es, llega el momento de recurrir al atrincheramiento personal ante lo que se considera un ataque permanente.
Es entonces cuando surge el discurso mediocre, que si bien no rompe con la realidad existente, si expande aromas de autodefensa mal entendidos. Suele ocurrir que con el uso reiterativo de la soberbia como arma se pierden conceptos como humildad y sencillez, o como en el caso presente, palabras como orgullo toman un cariz más bien negativo.
La soberbia nos vuelve desconsiderados y arroja sobre cuantos nos rodean la impotencia y rabia que se siente. Ni la prensa ni el hincha tienen la culpa de los males que asolan al cacique. Pablo Guede se escuda en ese discurso resbaladizo que desprecia y ningunea cualquier crítica.
En Talcahuano sacó a relucir un genio y unas maneras que estaban fuera de lugar. Fue patético en la rueda de prensa posterior a la derrota ante Huachipato. Intentó fortalecerse como sólo la soberbia puede permitirlo: esquivando preguntas y no entrando en el meollo de cuestiones trascendentales que afean el presente albo.
Es un error considerar que la prepotencia y la ironía nos engrandecen. Más bien todo lo contrario y, máxime se nos exponemos a la opinión pública. Los discursos mediocres, donde ciertas preguntas son silenciadas por el simple hecho de ser consideradas como una agresión, no mejora en nada la imagen de hombre duro y decidido que Pablo Guede quiere transmitir.
Con semejantes actitudes se pierde fuerza y credibilidad. Nuestro director técnico igual desconoce que bajo la tutela de la soberbia nadie se hace más fuerte. Enrocarse en divagaciones e ir tirando por la calle de en medio cada vez que alguien incomoda con sus preguntas no es un plan perfecto. Nos vuelve débiles y sumamente vulnerables.
En vez de admitir de una vez por todas las carencias con que sobrevive Colo-Colo, Guede se dedica más a cerrar puertas que a abrirlas. Es por aquí por donde estoy a punto de desistir. Sigo pensando que como DT tiene mucho por ofrecer. Por ello no pido su cabeza. Pero le están matando las formas.
Si no es capaz de controlar esos impulsos de vanidad y soberbia, entre él y yo surgirá un distanciamiento.
Distanciamiento en que por el momento los resultados adversos no son influyentes, aunque en el fondo molestan, hieren y hacen encogerme el corazón.
FUERZA ALBA
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