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COLUMNA | Hoy es mañana Columnas 

COLUMNA | Hoy es mañana

DESDE ESPAÑA CON AMOR

Autor | José Luis Pena Follow @QuincyChile

A mi muy querida colonia de alb@s repartidos por todo Chile y medio mundo; a todos cuantos hacemos realidad el sueño de mantener activa y en pie @SomosChileRadio y @DaleAlbo; por quienes caminan por veredas distintas pero deciden hacer un alto en su trayectoria y pararse a contemplar los paisajes que les propongo, y como no, un reconocimiento a todos esos seres que hicieron de la lectura de mis columnas un ejercicio de lealtad: sigo en la línea de analizar cuanto sucede en torno al equipo albo, pero en esta ocasión desde una perspectiva un tanto metafísica.  

LA RELATIVIDAD DEL TIEMPO

Que el hoy es mañana es un hecho evidente. El vértigo en el cual se instalaron las sociedades  modernas porta consigo una serie de señales que denotan lo deprisa y corriendo en que nos instalamos. La cadencia de un tiempo con aires de pausa, donde los pasos eran saboreados o sufridos según las circunstancias y el hoy no era regido por la esclavitud de unos usos horarios, desaparecieron en cuanto decidimos regular nuestras vidas.

Mañana, tarde y noche se funden en un solo día. Día, que a su vez se encuentra marcado por el recorrido de las agujas de un reloj que nos dicen, sin hablar, qué debemos hacer o no. Pasaron las épocas en las cuales los seres humanos se sentaban al borde de la senda para contemplar la permuta de las estaciones con solo contemplar el cielo.

Vivimos en sociedades donde a cada vuelta de calendario comprobamos como a la infancia (por poner un sencillo ejemplo) los tiempos se le acortan de manera miserable. Quedaron atrás aquellos años de cuando los niñ@s ejercían de tales y no, como sucede ahora, los preparamos para ser adultos sin apenas pasar por una adolescencia perdida entre prisas, agobios y esclavizada tras la búsqueda de un futuro inmediato.

Cuando el futuro nos alcanza el presente se vuelve ayer. No hay minutos ni horas para el reposo. Miramos al cielo sin saber por donde realmente pisamos. Lo que por la mañana temprano es noticia deja de serlo al mediodía. Por la tarde tenemos encima de nuestros hombros un amplio y variado repertorio de informaciones nuevas que para procesarlas es obligado alcanzar la noche sin saber muy bien qué fue primero, el amanecer o el ocaso.  

Sociedades occidentales apretadas contra un tiempo que suma y sigue si detenerse. Prohibido caerse. Denegada la petición de detenerse aunque sea un ratito.  A salto de mata e intentando sobrevivir a base de pequeños espacios de relax y tranquilidad. Intentando dosificar cuanto sucede a nuestro alrededor con la intención de frenar las exigencias y urgencias de los tiempos que nos tocó vivir, evitando en lo posible que no acentúen el aislamiento producido por una velocidad de vértigo, ni nos recluya en ese asilo pedido entre brumas adonde van a parar quienes se ven incapacitados de seguir un ritmo de vida frenético.   

A VELOCIDAD DE CRUCERO

El fútbol es parte de la existencia que nos rodea y por tanto no se encuentra exento de las cadenas que el modo de vida actual nos impone. En este mundo el hoy también se transforma en mañana. Los periodos de tranquilidad escasean y cuando lo hace una extraña sensación de abandono nos persigue. Quienes, por ejemplo, amamos a Colo-Colo, cuando termina una temporada y toca el lógico y hasta necesario descanso entre torneo y torneo, un sentimiento de vacio se apodera de nosotr@s.   

El entretiempo surgido de campeonato a campeonato se nos hace eterno. Sumidos como estamos en unas velocidades de crucero que rozan la paranoia, por donde los aconteceres se suceden a cada paso, de repente, con el silencio, las horas se nos convierten en meses y los meses en siglos.  

Da igual de cómo nos fuera el Apertura o el Clausura anterior. De si alcanzamos los objetivos deseados o nos quedamos a las puertas del desastre total. No es indiferente si sufrimos más de la cuenta o lloramos de alegría porque todo salió a pedir de boca. Es tal el ritmo de vida alcanzado que nos resulta imposible utilizar los sistemas de frenado adecuados.

Vivimos, respiramos y amamos a Colo-Colo las 24 horas del día, los siete días de la semana y cuantas semanas componen los meses que dura la lucha. Sin respiro ni descanso alguno. No da lugar a los espacios con el paso cadencioso ni entiende de tiempos muertos. El silencio impuesto en los recesos nos grita y perfora los oídos. El descanso se vuelve tumba. El cielo pareciera encogerse ante los periodos de ausencia.

Cuando Colo-Colo calla el alma amplifica el silencio. Demoledora sensación de hastío y pesadumbre las que nos acompaña en esos días en el que los corazones se sienten huérfanos. Aquí, parados en medio de la nada más absoluta y el eco apagado por silencios inexistentes, no es que el hoy se convierta en mañana sino que es nuestro deseo que el mañana vuelva a ser hoy.  

Y aunque como dejé reflejado hace tiempo en una de mis columnas, nunca hay silencio en el fútbol, los sonidos suenan diferentes en función del periodo en que nos encontremos. De igual forma que el sonido puede transformarse en ruido en los días de furia, el silencio puede ahogarnos cuando no escuchamos el cantar de Colo-Colo.

COMO LA VIDA MISMA

Atrapados por unos sentimientos cuya representación gráfica vendría a equivaler a una carrera de caballos desbocados, el fútbol se presenta como la vida misma, salvo que la vida en ocasiones nos proporciona pequeños momentos de asueto y descanso.  Con Colo-Colo no ocurre esto (ni con ningún otro equipo, que conste en acta) y la derivada resultante es un carrusel continuo de sensaciones que giran entre la desolación, el pesimismo y la esperanza más arraigada, siempre en función de la trayectoria llevada o la ingrata experiencia de comprobar que hay silencios que se clavan como puñales.

Por las tierras de Macul en estos días la vida se tornó frenesí. Lo estamos pasando mal. Muy mal diría yo, viendo como el equipo de nuestros amores se arrima peligrosamente al precipicio.  Pero de igual forma estaríamos sumidos en otra especie de locura si las cosas rodaran de otra manera.

No es momento de pararse. Desde que comenzara este nuevo reto que es el Apertura 2016 y Copa Chile los tiempos se comprimieron.  No hay día que Colo-Colo no genere noticias. Somos permanente foco de atención, en parte debido por el carisma y reconocimiento a una institución hecha historia, pura leyenda del fútbol chileno, y en parte también por el interés que suscita cuanto pasa alrededor de un club que ve abrazado sus símbolos de identidad por millones de corazones.  

PALETA DE COLORES

El espectro de colores que embadurna el hoy de Colo-Colo adquiere todo tipo de tonalidades. Desde los que presentan tonos negros como boca de lobo (situación clasificatoria, juego y rendimientos individuales), pasando por esos tonos pastel tan agradables de presenciar (la eclosión de un joven llamado Iván Morales, o tener el quinto escudo mejor valorado a nivel mundial), para luego llenarnos de verde, que dicen es el color de la esperanza (victoria por Copa Chile ante Huachipato, acompañada de una mejora en algunos aspectos en los planteamientos de Pablo Guede o el aporte y presencia que ciertos jugadores están teniendo). Todo un mundo de sensaciones varias cuyo cuadro final se asemeja más a un collage que a un lienzo en sí mismo.

Si algo tiene el recorrido cromático albo a día de hoy es que no se le puede acusar de monocorde. A toda la gama de tonos anteriormente descritos, debemos mencionar las pinceladas grisáceas que oscurecen un blanco que no llega a despuntar (la no inclusión de jugadores del cacique en la nómina de Juan Antonio Pizzi para los transcendentales encuentros contra Ecuador y Perú por Rusia’ 2018), sin olvidar los rojos profundos (vinculación de Aníbal Mosa o ByN con supuestos cheques a miembros de la Garra Blanca), para terminar en los claroscuros que da saber que a buques insignias de nuestro equipo les queda poco tiempo de actividad (Justo Villar camino de los 40, Esteban Paredes rozando los 37), o comprobando como la luz se apaga poco a poco cuando los tonos fríos asoman en un horizonte plomizo (declive de Gonzalo Fierro, Jaime Valdés y Luis Pedro Figueroa).

Y para terminar este recorrido hago mención especial a lo acontecido en el Monumental David Arellano durante este fin de semana, marcado por dos acontecimientos (arengazo y triunfo incontestable sobre nuestro archirrival) que revistieron de brillo algunas tonalidades que vestían de luto el presente albo.  

Colores pintados al socaire de un hoy con visos de mañana antes de que se acueste el sol. Como ese día de primavera que luce esplendoroso en la mañana, se nubla al mediodía, llueve por la tarde y a la noche escampa en plena oscuridad.

Sensaciones y emociones galopando al ritmo que la vida y Colo-Colo nos indican. Ahora arriba, ahora abajo. Girando a la derecha y virando a la izquierda. Subiendo y bajando. Asimilando tanto trajín para no perder el rumbo. Instalados a perpetuidad en esa cascada de emociones que representa portar el indio en el pecho.

Porque Colo-Colo es vida y la vida es puro correr, corramos tod@s en busca de un futuro que ya es presente. De cuando el hoy es mañana y mañana Dios dirá.

FUERZA ALBA  

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