COLUMNA | Piedras sobre Macul Columnas DESDE ESPAÑA CON AMOR 

COLUMNA | Piedras sobre Macul

DESDE ESPAÑA CON AMOR

<Piedras sobre Macul>

Autor | José Luis Pena Follow @QuincyChile

Imagen extraída de la cuenta de twitter @vasquezpatricio

Almas caciques y corazones albos; compañeros de letras y pasión en @SomosChileRadio y @DaleAlbo; a quienes sudan otras camisetas y se sienten a gusto dando una pequeña vuelta por este humilde rincón; y a cuantos espíritus se instalaron con cariño y devoción en este marco edificado a base del pensamiento plural, evitando en todo momento el uso y abuso del populismo tramposo, sectario e insensato: vuelvo a retomar el tema desagradable de la violencia en el fútbol.

Con anterioridad abordé este tema en dos trabajos. El primero, por orden cronológico, data del 14 de abril de este año, al que bauticé con el título <Predicando en el desierto>. Mucho tuvo que ver los acontecimientos ocurridos en la cancha del Santiago Wanderers por conquista colocolina de la estrella 31, a la hora de haber escrito aquella columna.

Meses después retomé el tema de la violencia como tema único, tras los sucesos acontecidos en la previa de un partido entre las albitas sub’ 17 y el conjunto de Universidad de Chile. <Los hijos bastardos de Arellano> vio la luz el 09 de junio, y en ella, por desgracia, los actos violentos producidos fueron la fuente que inspiraron aquel trabajo.

El motivo que me fuerza a sumergirme de nuevo en esta escabrosa cuestión tiene unos precedentes: el comportamiento agresivo de una pequeña parte de los socios de la “U” trasladados al Monumental David Arellano para alentar a su equipo durante el clásico chileno.  

Quisiera dejar bien claro que no pretendo en modo alguno cebarme ni emplearme con saña contra los mal entendidos simpatizantes del cuadro Azul, y no porque se trate de imbéciles que portan otros sentimientos, sino debido a que estúpidos los hay en todas las aceras, empezando por la nuestra propia.

Aquí no hago distingos ni aplico favoritismo alguno. Yo personalmente hace mucho tiempo los metí  a todos en el mismo saco, dando igual que vistan de azul, blanco, morado o a rayas. Y aunque pareciera hastiado de seguir predicando en el desierto, lo cierto es que mi postura contra estos “soldados patrios”, que un buen día decidieron apropiarse en beneficio propio de unos colores que al final acaban manchando y denigrando, no ha variado un ápice.  

Son los últimos reductos de un fenómeno social que llevó por nombre el apelativo de hooliganismo y, cuyas variantes, una vez extendida la pólvora del odio y la violencia, tomó nombres tan llamativos como “ultras” en Europa, “barras bravas” por Sudamérica y “torcidas” en Brasil.

LOS CUATRO JINETES EL APOCALIPSIS

Santo y seña de la representación más descarnada del cabalgar de los cuatro jinetes del Apocalipsis, los individuos (existen calificativos aun más gráficos), que en plena fiesta del fútbol chileno, decidieron emprender una batalla arrojando trozos de cemento al terreno de juego y contra un sector de aficionad@s caciques, para luego destrozar las vallas de separación, mostraron la cara más oscura y perversa del mundo del fútbol.

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Estos jinetes de las tormentas, del odio, de la sinrazón y la aniquilación de los valores que cada club porta, son quienes en su día cabalgaron sin obstáculo alguno por los estadios de medio mundo. Montados en sus caballos blancos (sed de victoria dominadora o peste), rojos  (guerra), negros (hambre de mal) y bayo (muerte), tomaron las riendas del fútbol y se convirtieron en los auténticos “putos amos de la barraca”.

Tal vez se sorprendan, estimad@s, al leerme hablar siempre en términos de pasado. Me dirijo de esta forma puesto que los peores momentos ya pasaron. Atrás quedaron los años en los cuales acudir a un partido era sinónimo de emprender una carrera contra el miedo, sin saber muy bien por donde derivaría todo. O te convertías en uno de ellos o con su presencia omnipresente (antes, durante y después de los partidos) te arrojaban de los estadios.

Es cierto que hoy en día las cosas cambiaron con respecto a la violencia en los campos de fútbol. Se consiguió, aunque solo en parte, erradicar los movimientos ultras de antaño. Grupos de hordas predispuestos a la masacre, altamente ideologizados y manipulados incluso por los propios dirigentes de los clubes. Pero queda por hacer aun.

Los lacayos del desorden, el caos, el descontrol, el odio, el rencor y el miedo siguen guerreando por su cuenta. Cada son menos pero siguen haciéndose notar cuando por sus cabezas tropiezan el sentido común y la responsabilidad. Dicho tropiezo trae consigo actos vandálicos como los presenciados en nuestra casa, delante de nuestras narices, con el consiguiente riesgo de ceder a sus provocaciones.

Revisando parte de la geografía del cristianismo, me volví a encontrar viajando a la denominada capital de los infiernos, una ciudad poco recomendable bautizada con el nombre de Pandemónium, en medio de la lúgubre y misteriosa laguna de Estigia. No estaría de más que las autoridades terrenales y celestiales (el Vaticano podría hacer de intermediador), llegaran a un acuerdo de principios básicos para la construcción de un mega estadio en dicha ciudad, para reunir allí a cuantos fanáticos de la violencia se dan cita en los campos de fútbol hoy en día.

Para facilitarles una estancia agradable y moldeada según su visión de lo que debe ser un socio, el pasaje, al margen de ser gratuito, incluiría un kit de última generación en cuanto a armamento se refiere. Última generación en los que no debieran faltar las bengalas, palos de beisbol, navajas, púas de pinchos, emblemas neonazis junto a símbolos estalinistas (dicen que los extremos se tocan) y alguna que otra pistola.

En caso de fallecimiento de alguno de los asistentes el ahorro en atención hospitalaria, trabajos forenses, partes de defunción, misas de rigor y posterior entierro y sepelio sería enorme. Amén, claro está, de que el tránsito entre la vida terrenal y el infierno quedaría ampliamente reducido.

Digo infierno como último hábitat (salvo que alguno se reencarne, Dios no lo quiera), puesto que esta gentuza se propone hacer de la vida del buen socio de cualquier equipo una especie de infierno, es muy probable que todos acaben deambulando por allí. En Pandemónium (bien sea de forma interina, bien como residencia perpetua) se encontrarían como en su casa y a nosotr@s nos dejarían vivir en paz disfrutando de la pasión por unos colores y un deporte que amamos.  

EL “INFORME TAYLOR”

Dada que mí propuesta de construir un estadio en la capital de los infiernos tiene todos los visos de no prosperar, me debo recluir en aspectos más mundanos e intentar explicaros de qué manera y cómo se intentó paliar el fenómeno de los hooligans en la tierra que los vio nacer.

Para ello os remitiré al denominado “Informe Taylor”, que tal vez a much@s os suene a chino mandarín, pero que se convirtió en la piedra angular por la cual la gran mayoría de los hinchas violentos fueron desterrados de los estadios de fútbol. Cabe recordar que tras la aparición de dicho informe, el mundo entero del fútbol se puso las pilas y, tomando como base la casi totalidad de sus postulados, nacieron iniciativas nacionales, que en el caso de Chile lleva el nombre de “Estadio Seguro”.

Eso sí, tamizado según la idiosincrasia de cada país y el concepto de seguridad y orden que cada pueblo, región o país entienda como tal. Por regla general, en los últimos años acudir a un partido de fútbol no se está convirtiendo en una actividad de alto riesgo, salvando las lógicas excepciones. Otra cosa bien distinta es si las medidas a aplicar se corresponden con la realidad que se vive o si las autoridades pertinentes transformaron unos principios de control en algo desproporcionado, abusivo y  desmesurado.  

(Los precedentes)

El precedente que dio pie a la redacción de dicho informe lo debemos encontrar en la semifinal de la FA Cup disputada entre el Liverpool y el Nottingham Forest, el 15 de abril de 1989 en el Estadio de Hillsborough (Sheffield). Debido a una avalancha humana, 96 aficionados murieron aplastadas contra las vallas de seguridad que separaban el graderío del terreno de juego. Es lo que se conoce como “Tragedia de Hillsborough”.  

Curiosamente, según consta en el informe final, la tragedia no fue producto de una acción vandálica ejecutada por elementos violentos, sino por fallos policiales de quienes tenían la guarda y custodia de velar por la seguridad tanto interior como exterior del recinto.   

Lo acontecido en Hillsborough venía a colmar la paciencia de los gobernantes británicos que vieron como en el año 1985 y en el intervalo de escasas dos semanas, sendas tragedias asolaron el mundo del fútbol.

(El mayo negro de 1985)

El día 11 de desató la “Tragedia de Valley Parade”. Se disputaba un partido de la Footbal League Third Division entre los equipos Bradford City vs Lincoln City en el estadio Valley Parade. Un incendio fortuito en una tribuna provocó la muerte de 56 personas y 265 heridas. Cabe reseñar que por aquel entonces dicho campo estaba construido en su totalidad por gradas de madera, que dieron pie a la propagación de un fuego que no se pudo controlar.  

El día 29 de ese mismo mes quedó también marcado en la historia del fútbol como una fecha negra. Se disputaba la final de la Copa de Europa (hoy Champions League) entre el Liverpool y la Juventus de Turín, en el Estadio Heysel de Bruselas.  En los prolegómenos del partido un grupo de hooligans ingleses empezó a arrogar objetos contra los hinchas de la “Juve”, y éstos, en su afán por esquivar cuanto les caía encima y viendo como se les abalanzaban, se vieron atrapados entre los muros del estadio y las vallas de separación.  

Un total de 39 personas murieron (la gran mayoría italianos) y más de 600 resultaron heridas de diversa consideración.  Debido a la suma de esta tres tragedias encadenada en un periodo de cuatro años, nació el “Informe Taylor”, del que paso a continuación a señalaros en qué consistió y las medidas que proponía.

(Informe Taylor)

Se conoce como “Informe Taylor”, el “paquete de medidas y recomendaciones a partir de una investigación ordenada por el Gobierno del Reino Unido (presidido por Margareth Tatcher) que sirvió para reducir el vandalismo y aumentar la seguridad en los estadios británicos. El documento fue publicado en enero de 1990 y lleva el nombre de su supervisor, Lord Taylor of Gosforth.”

Dicho documento constaba de una serie de normas a seguir a partir del día de su publicación. Los aspectos de mayor calado y que dieron forma a la seguridad que hoy disfrutamos en los estadios de fútbol se encuentran en las siguientes propuestas:

  • -Todos los estadios de fútbol profesionales estuvieran provistos de asientos.
  • -Eliminación de las vallas de seguridad alambradas.
  • -Prohibición de venta de bebidas alcohólicas.
  • -Mejora en los accesos para evacuar rápidamente el estadio en caso de emergencia.
  • -Prioridad en la venta de abonos de temporada y prohibición de venta de entradas el día del partido.
  • -Instalación de cámaras de seguridad.
  • -Aplicación del derecho de admisión en los estadios.
  • -Confección de un “registro de hinchas” que recoja información del público asistente.
  • -Reemplazo de los agentes pertenecientes a la policía por los llamados “stewards”, civiles capacitados para organizar grande grupos y mediar en caso de ser necesario, sin el perfil agresivo que caracteriza a los agentes policiales.  

A todo este paquete de medidas se les unió otro con carácter extraordinario, consistente el reunir a los hooligans horas antes del partido y ser conducidos a comisarias de policías hasta bien finalizado el encuentro.

TV Y VIOLENCIA EN EL FÚTBOL

Hasta aquí las medidas que un buen día las autoridades británicas decidieron poner en marcha. Cualquier comparativa entre lo propuesto en el “Informe Taylor” y “Estadio Seguro” en Chile no me compete a mi. La distancia que me impide asistir a cualquier estadio chileno y vivir in situ la realidad existente me hace ser prudente, aunque recibo las quejas de los socios albos en cuanto a los registros llevados por Carabineros en las inmediaciones del David Arellano, antes del comienzo de algunos encuentros.

De un tiempo a esta parte los medios de comunicación (en especial las televisiones) tienen por costumbre no dar imágenes violentas durante la disputa de un partido de fútbol. Sin ir más lejos, en la pasada Eurocopa de Francia’ 2016, supimos del encendido de una bengala en el tramo final del encuentro Inglaterra-Rusia, gracias a la radio. En TV se escuchó de detonación al prender el artefacto y el humo originado. Pero ninguna imagen.

Algo similar ocurrió durante el clásico chileno. Tuve la enorme fortuna de ver el partido por TV a la vez que escuchaba la narración de @Patrondelgol, vía @SomosChileRadio y @DaleAlbo. Si no es por él no me entero de las barbaridades que elementos violentos protagonizaron durante la 2ª parte del envite.

Yo me pregunto si realmente son efectivas las medidas impuestas en los medios televisivos. Dicen hacerlo para no dar publicidad a los vándalos y evitar en lo posible el efecto llamada. Pero negar a la sociedad imágenes de disturbios en un estadio y actuar como si nada estuviese ocurriendo, estimo es una opción radical que intenta desvirtuar algo que es noticiable.

Pretender censurar en los tiempos actuales cualquier conato de agresión o acto violento dentro de un recinto de fútbol se antoja, cuanto menos estéril. Aplican aquello de “más vale una imagen que cien palabras” dentro de un contexto estadístico que indica el poderío de las televisiones sobre otros formatos.

Y a pesar de esa especie de autocensura cuyo fin es “protegernos” y evitar la extensión de los brotes violentos, la medida en sí se me antoja inservible. ¿Razones? Solo una. Quienes escarbaron las gradas de cemento del Monumental David Arellano para tirar cascotes no lo hicieron únicamente por el hastío y repudio dado el juego de su equipo, ni en protesta por el marcador dominante en el electrónico; hicieron lo que hicieron porque con imágenes o no su pensamiento es la destrucción.  

A VER SI SE ENTERAN

Y aunque en esta ocasión no hubo respuesta, bien es cierto que la chispa puede prender en cualquier momento. Como cuando un puñado de insensatos que dicen llamarse albos increpan a una afición contraria. Y al menos que yo tenga constancia, este repudiable hecho se ha producido en un par de ocasiones.

Para aquellos que “fabricaron” una lluvia de piedras en nuestro estadio y para cuantos emplean la descalificación y el insulto en el nombre de Colo-Colo, decirles que jamás se saldrán con la suya. Que son despreciados por la inmensa mayoría de aficionad@s. Ni los picapedreros representan a la buena hinchada Azul, ni los voceros callarán nuestros gritos de desaprobación ante su proceder.  

FUERZA ALBA   

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