|COLUMNA| Un adiós. Un hasta luego
DESDE ESPAÑA CON AMOR
A la sufrida parroquia alba (entiéndase por dicho calificativo el tono coloquial que por estos lares se emplea para agrupar a una serie de personas afines a una causa), decirles que la amargura, como tan pronto viene se va. Nada de lo sufrido doblegará nuestro ímpetu y bravura cuando la cuestión es alentar al mejor equipo chileno de la historia.
A mis correligionarios de letras (dícese de quienes profesan un mismo sentir o parecer) en @SomosChileRadio y @DaleAlbo, hacerles mención que son esa estirpe de guerreros caciques nacidos para dejarse la piel por algo tan grande como Colo-Colo.
No sería justo no acordarme de esa pequeña representación de seres cuyos corazones ni tan siquiera roza los límites de Macul, pero que siempre están ahí, bien para alentar, bien para ofrecer su apoyo. Con su respeto y cariño alzan al universo valores cuyo brillo pretenden apagar los ultras que nos rodean.
Ya que me voy a “autoinflar” el ego, permítanme por un instante utilizar mi fino sentido del humor, si hacen el favor. Mis lector@s se pueden contar con los dedos una mano (imagino que hay extraterrestres con ocho manos y cada una de ellas surtida de 116 dedos, más o menos) y aunque quisiera tener much@s más, reconozco lo complicado de esta tarea, debido entre otras cosas, a lo escueto y parco en letras de mis trabajos. Prometo mejorar en este aspecto.
Autor | José Luis Pena | @QuincyChile
NO ES LO QUE PARECE
Desde luego, el título de esta columna pudiera dar a entender una despedida por mi parte. Sería una gran pérdida para el mundo de las letras (y para la sociedad también) que yo dejara de escribir abruptamente y sin previo aviso.
Puesto que soy capaz de imaginarme a seres de otras galaxias, también lo soy para darme cuenta del drama que ello ocasionaría en esto que llamamos aldea global. Como soy buena persona y sigo queriendo en secreto a la Presidenta Michelle Bachelet, he tomado la decisión de proseguir con mis columnas. Pese a quien le pese.
Uno, en su “humilde” situación, no podría tolerar esa especie de diluvio universal que ocasionaría las lágrimas derramadas por quienes me leen semanalmente. Se nadar, pero últimamente estoy desentrenado mas los flotadores y yo no nos llevamos bien. No me den las gracias por semejante sacrificio. Todo esfuerzo es poco con tal de salvar a esta civilización nuestra.
TOCA RESOLVER EL ENIGMA
Me quedo. Y una vez los ánimos se tranquilizaron, paso a engrosar el cómo y el por qué del titulo que aparece en el margen superior de esta columna.
Hoy quisiera rendir un pequeño y sentido reconocimiento a cinco jugadores que en la transición Apertura’ 2016 y Clausura’ 2017, dejaron la disciplina alba para enrolarse en otras aventuras futbolísticas.
Estos cinco futbolistas responden a los nombres de Ariel Martínez, Valber Huerta, Luis Pavez, Bryan Carvallo y Martín Rodríguez. Dos ellos, Pavez y Carvallo dejaron las filas del cacique en calidad de préstamo y, salvo que a Pablo Guede le diese un ataque parecido a como sucediera con Hardy Cavero, es seguro de su no presencia en Colo-Colo por algún tiempo.
Ariel Martínez
No le pongo rostro a este joven de 22 años cuyo destino actual es Audax Italiano. En los momentos complicados durante el torneo anterior, cuando a nuestro DT le entró la fiebre rebelde antes de jugar la final por Copa Chile, ni tan siquiera fue de la partida en aquella revolucionaria alineación sacada contra el CD Palestino en el todavía cercano 8 de diciembre en el Ester Roa Rebolledo de Concepción.
Que yo recuerde no le he visto jugar ni tan siquiera un minuto. Paso revestido de anonimato de quien portaba la camisola número 34 del cacique. Es mi deseo que a partir de ahora tenga más presencia en su nuevo equipo y le llegue el triunfo que todo jugador de fútbol merece.
Valber Huerta y Luis Pavez. ¿Vidas paralelas?
Contra todo pronóstico, al menos para quien os escribe, la salida de Valber Huerta supuso una sorpresa. Igual no tanto la de Pavez. Ambos tienen, a pesar de su corta edad, aventuras casi similares. Tanto Huerta como Pavez salieron de muy jovencitos rumbo al éxito que se supone otorga jugar en Europa.
Valber Huerta lo hizo con 21 años camino de un equipo menor español, pero digno donde los haya, llamado Granada FC. Recaló en su filial. Por su parte, Luis Pavez intentó explotar, futbolísticamente hablando, en otro conjunto modesto pero lleno de historia, el Cádiz CF. Con 20 años hizo la maleta y se trasladó a la “Tacita de Plata”, como es conocida popularmente a la ciudad gaditana.
Jóvenes. Muy jóvenes. Con hambre de victoria. Y sobre sus hombros la fe y esperanza de emular tal vez a los “viejos” emperadores tipo Claudio Bravo, Alexis Sánchez y Arturo Vidal. España les abría las puertas. Entrada natural a Europa. Cabalgando a lomos de un unicornio en busca de fortuna. Con todos los pecados de la juventud a cuestas y la ilusión de no verse con el fracaso cara a cara.
Chiquillos en pos de la gloria. Arremolinados en torno a un pensamiento de victoria final ante las adversidades que todo traslado conlleva. Todo diferente. Muy diferente. Desde el modo de vida, las costumbres, las comidas, el ritmo diario y hasta el horario. Todo era tan distinto que disponían de poco tiempo para asimilar que el fútbol aprendido en Chile, de poco o nada les podría servir si no se aclimataban lo antes posible.
Sin experiencia vital. Rodeados de incertidumbre. Intentando agarrar el destino por las solapas y soñando despiertos en llegar a la cima, la vorágine de un fútbol altamente competitivo, donde cuenta el hoy y sólo el hoy, les acabó por engullir.
A Valber Huerta y Luis Pavez el destino les tenía reservada una ingrata noticia. Su futuro inmediato consistía en volver a sus origines. Los viajes a Europa son complicados hasta para los más veteranos. Imagínense lo que debe suponer dicho trasiego para quien todavía le cuesta afeitarse. Los chicos jóvenes son como los animales: deben dejarse crecer en su hábitat natural y evitar en lo posible los zoológicos. Las cadenas del fracaso vivido pueden arraigarse y echar raíces. Las consecuencias de una mala decisión tomada en su día pueden lastrar una carrera prometedora.
Pero el destino volvió a cruzar sus vidas, como si éste los quisiera convertir en hermanos gemelos. Tras el abandono de España, ambos fueron a parar a Colo-Colo en el mismo año, 2016. El destino perdonó sus errores y les otorgo el bien preciado de poder jugar en el eterno campeón. Una nueva oportunidad. De un futuro incierto a pensar en seguir creciendo y alcanzar la gloria que en España no encontraron.
Hoy, en 2017, ninguno de los dos jóvenes aventureros viste la zamarra del indio en el pecho. Valber Huerta trasferido a Huachipato y Luis Pavez de prestado en Santiago Wanderers, purgan las acometidas de un deporte donde los sueños desaparecen como las margaritas lo hacen en invierno. Toda la suerte del mundo para este par de vidas paralelas donde la sonrisa de la fortuna tampoco se les apareció en nuestra casa.
Bryan Carvallo
Canterano. Con pedigrí albo. Forjado en el espíritu albo. Marca de la casa. Pero hoy defendiendo los colores de Deportes Antofagasta porque no tiene sitio en este Colo-Colo de ahora. Vinculado a nuestros colores puesto que está por el norte en calidad de préstamo. Intentando labrarse un futuro que por el momento le resulta esquivo en su casa.
De progresión sostenida. Debutó en 2014 disputando un solo encuentro. En el periodo 2014/2015 alcanzó los once partidos entre campeonato local, Copa Chile y Libertadores. En la 2015/2016 jugó 21 encuentros y luego el frenazo en seco. En todo 2016 intervino en un partido de copa y nunca más se supo de él.
Esperemos el futuro le sea benigno y aprenda en Antofagasta lo que hoy es imposible hacerlo en Macul. Igual algún día recupera el dorsal 16 que se dejó en el vestuario.
Martín Rodríguez
Una marcha abrupta. Inesperada. Criticado y alabado a partes iguales, su fuga al fútbol mexicano no dejó indiferente a nadie. Tachado de mercenario por sus críticos (2ª ocasión consecutiva que nombro semejante apelativo contra él), lo cierto es que no tubo un buen comienzo. A tono con el equipo de aquél entonces, no nos engañemos. Luego surgió el despegue y tanto “Tin” como Colo-Colo tiraron para arriba, progresando paulatinamente. Se hizo importante.
Es posible que en la dirigencia tomaran nota del interés de algunos equipos por los servicios de Martín Rodríguez, un jugador en franca progresión y no hicieran nada para retenerlo. Aquella más que posible dejadez sonaba a dinero fresco. Su marcha quitaría las telarañas de la caja registradora y palearía en parte la supuesta escasez de medios.
Entre la oferta mareante de Cruz Azul y un ByN con una visión de futuro que no alcanza los tres palmos de narices, lo cierto es que Martín Rodríguez se marchó a tierras aztecas dejando en algunos de nosotr@s una sensación de vacio y de no comprender muy bien lo ocurrido.
Yo, a título personal, hubiese deseado su continuación. Con 22 años en su poder y dada la progresión demostrada, si los deseos de Aníbal Mosa y compañía eran hacer caja, bien hubieran podido esperar un año más. De seguir mejorando, de seguro su valor aumentaría, pero vieron las ventanas abiertas y decidieron no arriesgar. Ciegos hasta para esto.
A veces me pregunto en el silencio de la distancia, ¿qué entiende ByN por crear un equipo campeón? Si de buenas a primeras se vende un jugador prometedor, al cual, no se le permite desarrollarse en toda su plenitud y se le deja ir sin oponer resistencia, las conclusiones a sacar varían entre que les importa un bledo el equipo y su afán especulativo-comercial.
Es imposible determinar ya si con “Tin” en cancha la Copa Libertadores seguiría siendo un sueño. Igual nos hubiese ido rematadamente mal, como así sucedió, pero no me negarán, que al menos para este torneo su presencia hubiera sido vital. Estaba en pleno vuelo. Entendió lo que Pablo Guede quería de él, cogió una dinámica de buen juego acorde con el resto del plantel y sabía a qué jugaba y para quién jugaba.
Para Martín Rodríguez el futuro (al menos económico) se despejó. En cambio a Colo-Colo le cortaron un ala. Cuando se tiene entre manos jugadores que aportan más certezas que dudas y si la intención es seguir siendo un grande (no solo en Chile), lo mejor es asegurarse lo malo conocido que lo bueno por conocer, sobre todo si el tiempo escasea para completar la plantilla.
¿HABLAMOS DEL TÍTULO DE ESTA COLUMNA?
Si alguien pensó que aquí terminaba mi columna, no sabe lo equivocado de su pensamiento. Hay camino por hacer. Todavía queda un trecho hasta que surja mi grito de guerra final. ¿Me acompañan en este tramo final?
No prometo un jardín de rosas ni emociones fuertes. Pero ya que estamos, mi pretensión es adentrarme en una especie de jardín botánico que encierra algunos secretos dignos de ser observados en este singular espacio llamado mundo Colo-Colo.
En mi saludación a Ariel Martínez, Valber Huerta, Luis Pavez, Bryan Carvallo y Martín Rodríguez, no se si hacer una despedida como Dios manda o simplemente enviarles un efusivo hasta luego. Con Colo-Colo todo es posible. Me explico.
En la casa alba es frecuente a lo largo de su historia ver regresar a jugadores que un buen día se fueron en busca del éxito por medio de otros colores y pensamientos. De hecho, en la plantilla actual tenemos tres vivos ejemplos de este proceder.
Esteban Paredes perteneció a la disciplina del cacique entre los años 2009-2012. Buscó fortuna donde se suponía la había a raudales, pero dos años más tarde volvió para colgarse la camiseta más bonita del mundo y ya no desprenderse de ella.
Luego tenemos a Gonzalo Fierro, el capitán destronado, cuya vida alba duró en un principio desde 2002 al 2008. Se marchó en pos de nuevas inquietudes, pero en 2012 el destino le abrió de nuevo la posibilidad de vestir albo. Estamos a 2017 y todo hace indicar que su retiro profesional lo celebrará entre nosotr@s.
Otro ilustre que hizo un viaje de ida y vuelta lo encontramos en Luis Pedro Figueroa. Tras un año (2008-2009) guerreando por nuestros sentimientos, le tuvimos que decir adiós. Pero este saludo tenía efecto llamada y en 2014 lo volvimos ver pelear en el eterno campeón.
La cosa no para aquí. Que en Colo-Colo es una constante mirar al pasado para fortalecer su presente, es algo más que evidente. No voy a remitirme a historias pretéritas, sino a fíjame en lo reciente, en lo sucedido hace unas semanas o escasos meses.
Dentro de este jardín colocolino siempre encontraremos el deseo de ver regresar a esa especie de hijos pródigos que por avatares del fútbol, debieron abandonarnos. Tenemos dos casos calentitos. Uno se llama Lucas Barrios, quien ente 2008 y 2009 hiciera historia con Colo-Colo. Cada vez que un torneo termina y está en ciernes otro, su nombre no deja de sonar como futurible.
Este año, sin más lejos, las esperanzas se centraron en un nombre propio cuya estadía en nuestro hogar se alargó de 2008 a 2010. Es de origen colombiano, hace llamarse Macnelly Torres y le convirtieron en objeto de deseo aquellos mismos que tirando a la baja, pretendiendo su adquisición a un módico precio con la esperanza de ver satisfechos sus dones negociadores.
Ni Lucas Barrios ni Macnelly Torres llegaron. Jugar a marear la perdiz con ofertas y contraofertas ruines sólo trae consigo que nadie se sienta con ánimo y predisposición de iniciar un viaje de regreso que de seguro a ambos jugadores satisficiera plenamente.
Y en estas estoy. Sin saber muy bien si despedirme para siempre de quienes este año se fueron o esperar que en meses o incluso años desearles la bienvenida al que un día fuera su casa. Con Colo-Colo y su recolección de viejos recuerdos nunca se sabe.
FUERZA ALBA
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