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|COLUMNA| Una mirada a las trincheras de fútbol

DESDE ESPAÑA CON AMOR

Autor | José Luis Pena Follow @QuincyChile

Todo jugador profesional de fútbol sabe lo endemoniado que resulta en ocasiones esto de la práctica de un deporte asentado firmemente en pilares como el esfuerzo, la buena o mala suerte, el sacrificio, la constancia y el afán de superación.

Como es lógico pensar las bases para triunfar, quedarse en una medianía o tener el reconocimiento de haber sido o ser un trabajador honesto y responsable como jugador, parte en un principio de uno mismo. No todos los futbolistas alcanzan el status de estrellas. Abundan más los buenos profesionales, los que sin ser crack ni llevarse las portadas, lucen con orgullo el sentirse importantes sabiendo que realizan su trabajo lo mejor que saben.  

También nos encontramos con quienes son encumbrados como futuras glorias del deporte rey y acaban sus carreras deportivas con 35 años convertidos en eternas promesas, cuya eclosión final nunca se llegó a dar. Intereses de managers o representantes; afán de encontrar por la vía rápida un nuevo fenómeno; exceso de egolatría por parte del interesado; informes engordados de ojeadores o que simplemente el fútbol pone a cada uno en el lugar que le corresponde, son ingredientes básicos para comprobar lo torticero que a veces resulta este mundo del fútbol.  

ENTRE LA LEYENDA, EL RECONOCIMIENTO Y EL OLVIDO  

A nuestra disposición –hablo desde el ámbito de ser amante de este deporte – tenemos toda una amplia gama de situaciones que varían según las circunstancias reinantes. Hay héroes locales cuyo esplendor se reduce a un equipo modesto, casi de barrio, jugando fin de semana sí y otro también entre campos de arena, resecos por el sol o con barro hasta las rodillas, todo ello aderezado al estar rodeados de unas hinchadas ruidosas y aguerridas que no pasan una.

Hay quienes se instalaron en el confort de ser al menos reconocidos cuando caminan por la calle. Son los profesionales natos y sinceros sin cuyo aporte algunas figuras probablemente se quedarían en figurillas. Son ese tipo de jugador que toda afición idolatra al tener conocimiento de su compromiso y entrega. Hoy pueden defender nuestro escudo y mañana otro, pero su lucha, sacrificio y buen hacer les hace alcanzar cierto grado de notoriedad que se ganaron a pulso.  

No es fácil abrazar en el fútbol la categoría de mito. Como no debe ser fácil admitir los límites de uno mismo dentro del terreno de juego. Como amante del fútbol que soy y dadas las experiencias vividas, si algo aprendí hace tiempo es a no dictar cualquier tipo de sentencia sobre el futuro de este o aquel jugador. El fútbol, esa máquina que arruina sueños, los reconstruye, te hace vivir en una nube o bucear en la miseria, es el mismo que te permite ser recordado a perpetuidad, te brinda la oportunidad de adquirir cierta fama (buena o mala) o vivir en un continuo anonimato.   

VENCEDORES Y VENCIDOS  

Hay quien siendo estrella acaba estrellado (Paul Gascoigne), de igual manera que los hay que sin ser estrellas rutilantes un buen día, cerca del ocaso de sus carreras se convierten en una explosión de juego y goles (Jamie Vardy). Lo mismo asistimos al reinado por un día de jugadores mediocres  (Salvatore Schillaci) como vemos apagarse el fulgor de astros cuya fecha de caducidad está al caer (Bastian Schweinsteiger, Cristiano Ronaldo) o la luz brillante de quienes no parecen fueran a morir nunca (Gianluigi Buffon, Justo Villar o Esteban Paredes). Aquí barrí para casa, que narices.   

Así es el fútbol para quienes lo practican. Básicamente esta es la tipología de jugadores a los cuales nos enfrentamos los aficionados. Es cierto que luego existen otros muchos factores determinantes a la hora de hacer una valoración global de la historia de cualquier futbolista.

DE LA GRANDEZA AL MAL RECUERDO

Hay quienes son recordados por aquél tremendo error cometido (Julio Cardeñosa) sin tener en cuenta todo lo bueno que hizo; del gol que transformó en símbolo de todo un país a su autor (Jürgen Sparwasser); de convertirse en el primer expulsado en un mundial de fútbol ( Carlos Caszely); del paradón a bocajarro o la estirada de poste a poste de un arquero normalito tirando a malo (Julio César Arzú); de aquella expulsión ridícula que siempre será recordada después de una conducta intachable (Zinedine Zidane); de quienes practican el antifútbol a base de marrullerías y malos modos (Gerardo Bedoya, Gennaro Gattuso, Fernando Amorebieta); de ser guardameta y goleador a la vez (José Luis Chilavert, Jorge Campos) o de ser partícipe de una monumental cantada (David Seaman)que supuso la pérdida de toda una final.

FABRICANTES DE SUEÑOS

(A lo Panenka)

Pero este maravilloso deporte que se nutre de leyendas, tanto debajo de los palos como en la cancha; que vive de buenos recuerdos y momentos amargos; de finales épicas; de violencia y muerte, también es capaz de convertir a jugadores en mitos más allá de sus prestaciones futbolísticas.

No es el caso de los Pelé, los Diego Armando Maradona, los Franz Beckenbauer, los Johan Cruyff, los Garrincha, los Franco Baresi, los Francesco Totti, los David Trezeguet , los Karl-Heinz Rummenigge, los Michel Platini y muchos más. Aquí nos encontramos con esa especie de dioses que ensancharon el fútbol a límites insospechados de majestuosidad y belleza.  

Y junto a ellos otra serie de nombres igual no tan reconocidos ni admirados pero cuyo legado persiste hoy en día, no solo por su trayectoria profesional  sino porque a su manera agrandaron los terrenos de juego hasta hacerlos inmortales.

A quién no se le pone los pelos de punta cuando a la hora de ver lanzar una pena máxima, presenciamos agobiados y hasta extasiados ese estilo tan sue generis llamado “penalti a lo Panenka”. ¿Pero quién fue el tal Panenka cuyo legado sigue cosiendo corazones y la sensación de estar viviendo el lanzamiento de penalti más largo del mundo?   

Antonín Panenka, jugador de la extinta Checoslovaquia, se hizo famoso durante la final de la Eurocopa disputada en la también desaparecida Yugoslavia. Corría el año 1976 y dicha final fue disputa por Checoslovaquia y Alemania Occidental (otro país que pasó a ser historia). El resultado final fue un 2-2 (prórroga incluida) que obligó a dirimir el campeón mediante una tanda de penaltis. El último jugador checoslovaco en ejecutar un lanzamiento correspondía a Antonín Panenka. En aquel momento los checos habían marcado sus cuatro intentos mientras los germanos occidentales habían errado uno (4-3). Si Panenka marcaba, su país se coronaría campeón. Al todo o nada.   

Delante, un portero mítico, Sepp Maier, leyenda viva de la selección alemana y del Bayern de Múnich. El centrocampista poco antes de golpear el esférico observó como el guardameta teutón se dejaba caer hacia su costado izquierdo. Fue entonces cuando el concepto de penalti tomó otra dimensión.  

Con Sepp Maier vencido, Panenka optó por golpear la pelota suavemente con la punta de la bota, la cual se elevó no más de dos metros y describió una vaselina que entró llorando en la portería mientras el arquero alemán se vio impotente de atajar tan singular disparo. Segundos que parecieron una eternidad. Sangre fría surgida tras el telón de acero y un hito para la historia de un deporte deseoso de ver incrementada su leyenda.  

(Gol olímpico)

Se denomina “gol olímpico” a la consecución de un tanto tras ejecutar un saque de esquina sin la intervención de ningún otro jugador, exceptuando el lanzador. No lleva su nombre, pero tiene el reconocimiento de ser el primer jugador en efectuar semejante maniobra. Se trata del argentino Cesáreo Onzani, quien en un encuentro amistoso entre Argentina y Uruguay, el 2 de octubre de 1924, lanza en el minuto 15 de partido un córner introduciendo el balón de manera directa, sin que nadie, portero, la defensa o atacantes lo tocaran.   

(La chilena)

Jugada espectacular cuyo nombre recibe otros calificativos en Sudamérica, pero que ha terminado por imponerse como tal denominación. Los artífices de este remate a portería (también se utilizan para defender, pero ante la posibilidad de que el colegiado señale juego peligroso, apenas es usada), tiene nombres chilenos. En primer lugar haré mención al español nacionalizado chileno, Ramón Unzaga, quien fuera jugador y capitán del combinado nacional de Chile en los campeonatos sudamericanos (hoy Copa América) de Argentina’ 1916 y Chile’ 1920. En ellos recurrió a dicha ejecución en numerosas ocasiones dando lugar a que dicho tiro a puerta lleve el nombre actual.  

El segundo futbolista que voy a nombrar es de tod@s conocido. Es el mismo que en un acto de rebeldía fundara nuestra casa, el Club Social y Deportivo Colo-Colo, Don David Arellano. En la gira internacional llevada a cabo en 1927 por tierras españolas, nuestro “padre” popularizó este remate. De cómo terminó dramáticamente la historia en Valladolid es de tod@s harto conocido.  Un honor, a pesar del luto, saber que el legado dejado en nuestros corazones va más allá de lo meramente fundacional.  

(El escorpión, rabona y cola de vaca))

No se trata de una fábula, puesto que hasta donde sé, la rabona no es un animal. El escorpión es un lance del juego poco usado dado su extrema dificultad. Su autoría se debiera otorgar al jugador paraguayo Arsenio Erico, quien el 12 de agosto de 1934 marcara un gol así a Boca Juniors cuando pertenecía a la disciplina del Club Atlético Independiente de Argentina. Por aquél entonces recibió el nombre de “el balancín”.

Pero quien la difundió por todo el mundo y le diera el nombre actual fue un tal René Higuita, portero colombiano que el 7 de septiembre de 1995 en un partido amistoso entre Inglaterra y Colombia, en Wembley, rechazó el remate de Jamie Redknapp, utilizando dicho argumento.  

Para quienes desconozcan en qué consiste dicha jugada señalar lo siguiente: el jugador vence el cuerpo hacia adelante, dando un salto y estando suspendido en el aire, golpear la pelota con ambos pies y lograr rechazarla por delante de él.

Otra exquisitez del fútbol -esta más extendida- la encontramos en la rabona, consistente en golpear el esférico con la pierna pasándola por detrás de la de apoyo. Fue Diego Armando Maradona quien utilizaba frecuentemente este toque, pero en Colo-Colo nunca se olvidará las rabonas de un tal Matías Fernández para surtir de balones a Humberto Suazo y Alexis Sánchez, allá por 2006.

La cola de vaca o gambeta es el regate efectuado cuando un jugador, de espaldas a otro, mantiene controlado el balón con el interior del pie y posteriormente da un giro de 180º manteniendo en todo momento el esférico pegado a su bota. Uno de los más recordados es el realizado por Romario al jugador del Real Madrid, Rafael Alkorta en aquel ya histórico 5-0 del Barça de Johan Cruyff al eterno rival.  

SIN RECOMPENSA FINAL

El fútbol no entiende de nombres propios cuando toma la firme decisión de marginar a un jugador por mucha calidad que éste atesore y su reconocimiento traspase fronteras. El mayor espectáculo futbolístico lo encontramos en la Copa del Mundo. Cada cuatro años los astros del planeta fútbol se dan cita para disputar un acontecimiento único y mundial.  

Paradojas de un deporte ingobernable, desde que se instaurara en 1930 los mundiales hasta hoy, una pequeña representación de futbolistas se encontró de bruces al final de sus carreras con la ingrata noticia de no haber podido disputar ni medio segundo dicho torneo.

Carreras jalonadas de éxitos y triunfos, vieron estupefactos como el fútbol los quiso silenciar con su ausencia. Nombres míticos o simplemente reconocidos a nivel mundial se tuvieron que conformar con ver los partidos por TV. Bernd Schuster, Alfredo Di Stefano, Bryan Giggs, Jocelyn Angloma, Eric Cantona, George Best, Ian Rush, Willington Ortiz y Gareth Bale (todavía en activo y con posibilidades reales) son parte de esa historia escrita por un fútbol desmemoriado, cruel e insensible.  

NACIDOS A CONTRACORRIENTE

De igual manera el fútbol puede componer baladas tristes, es capaz al mismo tiempo de asomar su partitura por lugares donde los sueños futbolísticos son una quimera o un mal sueño. Tener calidad y triunfar allí por donde se vaya no se ve recompensado a nivel de selección al haber nacido muy lejos del Edén.

Me estoy refiriendo a esos jugadores de clase venidos a este mundo del fútbol casi por generación espontanea. Todo un milagro si se tiene en cuanta de dónde partieron y lo qué llegaron a conquistar. Islas en medio del océano. Faros iluminando desiertos. Guiones redactados en la más absoluta soledad. Historias narradas en primera persona que en la gran mayoría de las ocasiones son escuchadas por pueblos ansiosos de buscar un resquicio de esperanza en su negra historia futbolística.

Cada país, territorio o nación tiene sus héroes. Héroes que no abundan en regiones donde el fútbol es supervivencia, escasean los medios o simplemente otros deportes dominan el panorama.

Este capítulo quisiera ser un pequeño homenaje a cuantos jugadores de fútbol  tomaron notoriedad y difundieron el orgullo de sus origines, a un sabiendo que sus palabras chocarían contra un muro recubierto de desigualdad donde predominan las derrotas sobre las victorias en países condenados a residir en los sótanos del fútbol.

Sé que no puedo abarcarlos a todos ni es mi propósito hacer una gran lista. Nombraré a quienes esta, a veces frágil, memoria me lo permita. Salif Keita (Malí), el gambiano Alhaji Momodo Njle (alias Biri-Biri), el zimbabuense nacido en Sudáfrica Bruce Grobbelaar, Kalusha Bwalya (Zambia), los panameños Rommel Fernández y Julio César Dely Valdés, José Alberto “Mágico” González (El Salvador), Maris Verpakovskis (Letonia), Dwight Yorke (Trinidad y Tobago), George Weah (Liberia), el finlandés Jari Litmanen o los venezolanos Stalin José Rivas y Juan Arango son esta pequeña representación de gigantes que alzaron sus cabezas en lugares donde el fútbol es algo secundario debido sobre todo a las múltiples deficiencias mostradas.   

FUNDIDOS EN LA DERROTA

Si de algo no puedo olvidarme es de quienes en su día besaron la lona por KO técnico cuando al fútbol le da por jugar a la ruleta y no sale tres, impar y rojo. Son los grandes damnificados de un deporte colectivo que escribe sus directrices a modo personal y con nombres propios.  

Siempre recordaré a los vencidos con el respeto debido. Han pasado muchos años desde que viera saltar al terreno de juego a un portero llamado John Bonello y a unos jugadores amateurs que respondían al nombre de Alex Azzopardi, Emanuel Farrugia, Norman Buttigieg, Emanuel Fabri, Michael Degiorgio o Ernest Spiteri Gonzi.   

Son una parte de los integrantes de aquella selección de Malta que un 21 de diciembre de 1983 se llevaron un 12-1 contra la necesitada España, rumbo a la Eurocopa de Francia’ 1984.Todo sucedió en el estadio sevillano del Benito Villamarín.

Fue tal el impacto recibido por este grupo de jugadores que hasta la propia federación maltesa de fútbol  dudó en continuar con la selección por un tiempo. Y Bonello y compañía señalados de por vida. Marginados, insultados y proscritos a perpetuidad a practicar su deporte favorito.

Porque el fútbol también se escribe así. Retorcido. A golpes con el destino. Con malos sueños y sollozos de rabia. Hundimientos, resurgimientos y proyectos inacabados. Con el sable afilado. Mordiendo. A picotazos. De cuando el fútbol en estado puro se torna inquietante, altivo y soberbio.  Insolente. Insobornable salvo cuando la corrupción le golpea. Pero siempre en pie. Siempre dejándose oír.   

LLEGÓ LA DESPEDIDA

Y esto es cuanto tenía que contaros esta semana estimadas almas caciques, compañeros de letras y pasión en @SomosChileRadio y @DaleAlbo, amistades “peligrosas” recubiertas de otro oro y fieles lector@s de mis columnas.   

Este paseo por los rincones más recónditos del fútbol donde algunas veredas, sendas y caminos se pierden en la espesura de la vida o te guían a los pies de las escaleras que conducen al cielo, hace un recorrido circular que gira entre aquellos jugadores que besaron la gloria, se quedaron a medio camino o tomaron el ascensor de los infiernos.

Habla también de quienes quedaron magullados, señalados y atrincherados de por vida sin posibilidad de escape cuando al fútbol le entra la vena siniestra.  No olvidándome tampoco de todos aquellos seres que sin nada que perder y mucho por ganar, arriesgaron cuanto poseían  y emprendieron una huida hacia delante para silenciar el silencio sin saber muy bien si la dirección buscada era la correcta o no.

En mi deseo está que hayan disfrutado de un buen rato de lectura. Que por unos instantes -igual peco de pretencioso- se hayan olvidado de su devenir diario y de las preocupaciones. Si se llegó a conseguir esto último, recuerden que el mérito es de ustedes, no mío.

FUERZA ALBA  

 

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