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|COLUMNA| Efectos secundarios

DESDE ESPAÑA CON AMOR

Autor | José Luis Pena @QuincyChile

Parte primera: esperando a Universidad Católica

Vuelvo a la carga. Dispuesto a decir mi verdad sabiendo de antemano lo frágil que resulta la verdad cuando hay otra verdades de por medio. Preparado para dar batalla al presente de Colo-Colo. Presente con reminiscencias de pasado reciente que tras un inicio prometedor de Clausura, pareciera volverse un tanto gris.

Desde la eterna distancia que nos separa quisiera mandar un abrazo colectivo a toda la familia alba. Familia compuesta por miles y miles de sentimientos que cargan con sus verdades, sus sensaciones y sus opiniones diferentes con respecto al acontecer de nuestro club. Disparidad de criterios, que se dice.  

Me voy a quedar sin abrazos, pero haré el esfuerzo para endilgarles unos cuantos a toda esas almas colocolinas que semana tras semana se esfuerzan en llevarnos la rabiosa actualidad de nuestro equipo, analizan y comentan lo sucedido en el partido disputado horas antes o nos involucran en el pasado del cacique a través de @SomosChileRadio y @DaleAlbo.  

Por abrazar que no quede. A todos los espíritus neutrales o forofos de otros colores, se den por abrazados. Saben de lo escasos que andamos de concordia y amistad cuando la rivalidad mal entendida hace acto de presencia.

Si no abrazara a mis fieles y leales lector@s debería ir derecho al infierno del olvido, esa especie de lugar donde se purgan la arrogancia y el cinismo a partes iguales. Porque reconocer que sin su aliento nada de esto tendría sentido es apelar a la verdad. Su apoyo incondicional y permanente es mi gasolina. Es la fuerza que me proyecta y hace continuar. ¿Qué tal un gracias de corazón?  

¿SE VEÍA VENIR?

Cuando hablo de efectos secundarios en el título de esta columna no me estoy refiriendo a lo expuesto en los prospectos de cualquier medicamento. No. Simplemente hago mención a esos mecanismos invisibles, intangibles e incontrolables que de vez en cuando asoman sus garras en el mundo del fútbol.

Comienzo esta columna horas antes del enfrentamiento por Clausura’ 2017 entre nuestro Colo-Colo del alma y Universidad Católica. Tras dicho partido veremos si lo aquí escrito continua siendo una realidad soterrada bajo el prisma de lo imperceptible, tomando una figura fantasmal que nada ni nadie puede dominar o por el contrario se logró espantar los malos espíritus de un Colo-Colo tocado en lo moral y lo anímico.

Hasta este duelo con los “cruzados” que algunos simpatizantes albos desean elevar a la categoría de “clásico entre los clásicos”, pensamiento con el que no concuerdo pero respeto, Colo-Colo ha disputado cuatro encuentros del Clausura’ 2017. El equipo se mantiene líder e invicto, aunque su buen arranque se haya visto perturbado en los dos últimos encuentros por mor de unos resultados finales demasiado ajustados cuando el eterno campeón lo tenía todo  a su favor.

Una situación envidiable si tenemos en cuenta de cómo se comenzó el torneo anterior. Buen inicio ante Unión Española y Audax Italiano. Inmejorable tarjeta de presentación ante O’Higgins enturbiada por un final de partido donde el equipo sufrió más de la cuenta tras ir ganándolo por 2-0. En la visita a Deportes Temuco de nuevo el cacique se pone por delante en el marcador (0-2) y se acaba empatando y pidiendo la hora.

Si analizamos fríamente estos dos marcadores finales podríamos decir que el equipo de Pablo Guede sufrió lo indecible por no saber matar los partidos a tiempo. Pensamiento, por otro lado lógico y cargado de su correspondiente verdad. Verdad a medias, todo hay que decirlo.  

Mi análisis de las situaciones registradas ante O’Higgins y Deportes Temuco se empezó a tornar preocupante viendo como el equipo se desmoronaba moral, física y tácticamente cuando el rival de turno apretaba las tuercas más de lo debido. El atrincheramiento en defensa de un resultado favorable permitiendo perder una buena renta en el luminoso y las dudas que surgieron tanto en el DT como en los jugadores me hicieron pensar en algo poco previsible y que no entraba en mis quinielas: la fragilidad mental de cuantos hoy pueblan las entrañas de nuestro equipo cuyas raíces debemos buscar y rebuscar en una eliminatoria perdida no hace mucho en Copa Libertadores.  

UN TRAUMA LATENTE

En psicología se entiende por trauma a la “impresión emocional muy intensa causada por un suceso negativo que deja huella en la psique.” Y la eliminación ante Botafogo supuso todo un trauma colectivo no solo a nivel de equipo. También alcanzó de pleno a quienes no pudimos evitar el desastre.  

La palabra latente es un término usado tanto en psicología como en medicina para referirse a algo que permanece oculto, encubierto, escondido, que pareciera estar dormido y de repente surge de la nada y del olvido. Psicológicamente hablando estaríamos ante la instauración de una serie de pensamientos morbosos que resurgen con fuerza tras sufrir un trauma, pero no en forma directa sino pasado un tiempo. Son los duelos en diferido, para entendernos.  

Y en Colo-Colo, a pesar de las conjuras de seguir  adelante y de recalcarnos que la pelota debía seguir rodando, todo ello rodeado de palabras esperanzadoras y llenas de optimismo, lo cierto es que a día de hoy todo Colo-Colo se encuentra pagando un peaje de algo realmente no superado.  

De igual manera que existe el denominado pánico colectivo también existen otras formas grupales de miedo y temor que son altamente contagiosos y de difícil evaluación y cuantificación. Los buenos pensamientos y el ideario de superación no son suficientes para intentar olvidar un hecho que dejó marcado a todo un equipo, cuerpo técnico incluido.

Colo-Colo, como cualquier otro conjunto del mundo, es un puzle asimétrico formado por personas cuyo objetivo en común es alcanzar victorias y triunfos. Utilizo la expresión asimétrico puesto que a pesar de tratarse de una colectividad en busca de un bien común, no es menos cierto que los factores diferenciales entre seres humanos no lo hacen homogéneo. Cada profesional del fútbol percibe una misma circunstancia de modo diferente. Sienten y viven su trabajo según les vaya en ello, por su forma de ser o de mirar el mundo.   

Son tan diferentes unos de otros que incluso en plena cancha se vislumbran dichas diferencias,  solo que en grupo parecen amortiguadas y difuminadas. Fuera del terreno de juego cada cual tiene su vida organizada a su manera. Aman, se divierten, piensan y viven según sus propias normas. Igual hacemos lo mismo los socios o simpatizantes colocolinos.  

Luchan, se arropan y se apoyan en grupo porque las leyes del fútbol así lo indican. Cada jugador es un mundo. Son personas condenadas a entenderse en un entorno donde la unión es fundamental para el crecimiento personal y colectivo. En este aprendizaje es donde se asientan las bases que dejan fuera al egoísmo o las individualidades. Sentimientos como la solidaridad, el compañerismo y la búsqueda de un objetivo en común son sus mandamientos.

En cada entrenamiento, en cada partido disputado, en cada viaje o en cada concentración los lazos de unión se refuerzan. Tanto es así que al final prima lo comunitario sobre lo individual. Y si bien es cierto que cada uno siente las victorias o las derrotas a su manera en función de muchos factores (identificación con los colores, ansias de mejora, ambiciones personales, etc.), la realidad existente es que el pensamiento de unidad  es lo predominante.  

¿QUÉ LE PASA A COLO-COLO?

De igual manera que una persona puede revivir con carácter retroactivo cualquier trauma pasado y surgirle dudas, miedos y temores cuando todo parecía relegado al ostracismo, en las colectividades pasa tres cuartos de lo mismo. La presión soportada por todos los integrantes del equipo se vio proporcionalmente aumentada a medida que no fueron capaces de asimilar el fracaso mayúsculo que supuso caer eliminados en Copa Libertadores.

La raya que delimita el éxito del fracaso es muy fina. La obligación de ganar y conseguir títulos se lleva en el ADN colocolino. Los niveles de ansiedad y autoexigencia se desbocan. No dejan respirar. Es hora, tras un fracaso monumental, de volverse a poner en pie.  De inventarse palabras nuevas que den a entender de cara al socio y aficionado que tras la debacle ante Botafogo su lucha iría encaminada a obtener la estrella 32.

Curioso, porque al menos yo estimo que ese objetivo debiera ser el mismo aun si se hubiese pasado a la siguiente ronda. Conjura colectiva. Lavado de cara. Tocando empezar de cero dando por hecho que olvidaron Pablo Guede y plantel la derrota sufrida. El mundo sigue avanzando y la esperanza es lo último que se pierde.  

Pero el dolor nunca termina de irse. Fluye cuando menos lo esperas. Los buenos deseos y las palabras bonitas no sirven cuando las intrigas de los viejos fantasmas susurran el presente. Siempre quedan restos del naufragio que se resisten a hundirse bajo las aguas.

Son esos momentos de zozobra que nacen cuando tiendo todo bajo control llega un gol del rival y arruina la seguridad  adquirida. Es cuando los recuerdos de la batalla perdida tiempo atrás te vuelven inseguro y a merced de las dudas. Las heridas emocionales del fracaso más absoluto se abren de par en par y las cicatrices maquilladas bajo un tatuaje no acaban de cerrar del todo.  

Un jugador. Una persona. Un mundo diferenciado, único e intransferible mecido por un mismo sentimiento de hermandad con 25 personas más. Abocados a sentir lo mismo. Si uno falla fallan todos. Si uno triunfa los demás son partícipes. Si alguien duda, la duda se convierte en pandemia. Sin escapatoria posible. Sin posibilidad de borrarse de la lista. Todos a una.

Atajando penas vividas. Regateando a los malos recuerdos. Con el orgullo herido a sabiendas que todo orgullo herido tiene pocas vías por donde sobrevivir. Con los márgenes estrechados y las expectativas achicadas por culpa de una mala eliminatoria. Con la obligatoriedad de no volver a perder, de no defraudar ni repetir pasados recientes. Con el aire enrarecido  que dificulta la marcha. Con el runrún de saber que un nuevo tropiezo podría ser el principio del fin.  

PSICODINÁMICA DEL MIEDO

Para entender lo sucedido ante O’Higgins y Deportes Temuco creo necesario explicar los diferentes procesos que se abren cuando la inquietud de una experiencia negativa no es del todo eliminado. Colo-Colo sufre porque no supo digerir de forma correcta que la eliminación contra los brasileños ya venía precedida de claros signos de miedo.

El miedo, como tal, tiende a fortalecerse siempre que no se le ponga freno. Se vuelve insidioso y persistente. Es un enemigo invisible cuya figura transparente bloquea todo intento de erradicación y avance.  

De esta forma los mecanismos de superación se ven desbordados. Al menor contratiempo registrado los viejos recuerdos traumáticos se hacen visibles. El miedo no superado se agiganta. De esta incapacidad nacen los temores. Y tras ellos el terror hasta desembocar en el pánico. Es entonces cuando los estados de obnubilación y ofuscación se apoderan de la mente.  

Todo intento de olvidar lo sucedido resulta baldío. Un mal sueño se transforma en miedo a perder y cuando los malos sueños rebrotan en la oscuridad éstos se convierten en pesadillas. Es un círculo vicioso en el cual se ven sumergidos cuantos participaron activamente o no en aquella derrota dolorosa.  

Al contrario de lo sucedido en los grupos de hinchas, donde introducidos en las masas el factor anonimato es posible, dentro de la colectividad de un equipo de fútbol esta opción es inviable. Nadie está en disposición de hacerse invisible y mucho menos quienes en su día fueron señalados como culpables de todo aquello.  

El escenario recreado se asemeja a un laberinto. Las interrogantes superan a las respuestas. Las dudas, la incertidumbre y el peso de la derrota agarrotan ideas, cubren de miedos el presente y toma forma de desequilibrio emocional, donde el rearme moral es agredido al no poder superar la sensación de desasosiego.  

Cuando una persona o colectivo entra en estados de miedo, como arma defensiva se emplea la paralización o la huida hacia delante. Ocurre en lo que el exjugador argentino Jorge Valdano denominó “miedo escénico”. Lo mismo sucede cuando en la mayoría de integrantes de un conjunto se instaura el miedo colectivo.  

Muchos y muy variados factores empujan a que todo esto no desaparezca. Como parte fundamental para entender dicho proceso nos encontramos con el aumento de un sobrepeso emocional y una carga de responsabilidad interpuestas de cara a un futuro. El miedo al fracaso empuja a las urgencias. Y las urgencias son el caldo de cultivo de la inseguridad. Y la inseguridad trae procesos dubitativos. Y tras las dudas vienen los fallos y luego el temblor provocado por la inestabilidad. Es como si el jugador se adentrase en un pozo estrecho y profundo. Atenaza los nervios más templados, convierte en hierro piernas y brazos, ciega la mente y venda los ojos al deseo.  

La obligatoriedad de obtener victorias y títulos al precio que sea una vez el premio gordo se lo quedaron otros trae consigo la rupturas de patrones de juego y sistemas. Colo-Colo se descosió contra O’Higgins y Deportes Temuco al dejar de creer en sí mismo. La supuesta superioridad, la calidad entre plantillas y la jerarquía sobreentendida se vieron seriamente afectadas. El peso de la responsabilidad los maniató y por momentos aplastó.  

Segunda parte: tras el partido contra Universidad Católica

ALGO MÁS QUE UN AVISO

Los apuros ante el equipo rancagüino en nuestra propia casa y el medio desastre en tierras de la IX Región no fueron simples avisos. Denotaron que la esencia como equipo se vio afectada, al margen de errores más que notables de nuestro DT y el bajo aporte de algunos jugadores.  

No es casual tener dos ocasiones consecutivas en las que el equipo vio peligrar un resultado harto favorable. Los nervios y las imprecisiones tomaron forma. Las causas (al menos desde mi punto de vista) están claras. Sólo espero haber podido reflejarlas diáfanamente y mi hipótesis ser entendible, aunque reconozco  que cuanto he escrito y expresado pudiera parecer farragoso. Ya saben. No soy de poner las cosas fáciles.

¿ES EL PARTIDO CONTRA CATÓLICA UN PUNTO DE INFLEXIÓN?

Si y no. Si, porque se trata de un partido donde se pueden marcar diferencias con un rival directo. No, puesto que siendo tomado como un encuentro especial dada la entidad del rival, los convencionalismos tienden a desaparecer.   

Será la semana próxima en Valparaíso cuando tengamos los patrones marcados. Estoy seguro y convencido que resultará más complicado vencer a Santiago Wanderers a como se ganó a Universidad Católica, cuyo resultado final de 2-0 volvió a quedarse corto en función de los méritos contraídos.  

Hablando de méritos. Dejo en el aire una pregunta de la cual ni yo mismo sé la respuesta. ¿Fue mérito de Colo-Colo desactivar por completo a Católica o resultó desmérito de un equipo “cruzado” sumido en una grave crisis de juego y resultados?   

Ambas hipótesis pudieran ser ciertas y entremezclarse. Para eso está la verdad que cada uno de nosotr@s llevamos dentro. Toca disfrutar y esperar que la lesión de Don Justo Villar se quede en un susto nada más.

Victoria balsámica la vivida este sábado pasado, no cabe duda. Pero sabiendo ustedes lo retorcido que puedo llegar a ser, recalcarles la gran victoria obtenida ante Audax Italiano justo después de caer contra Botafogo que pareció allanar montañas, para luego sentir en el cogote el aliento del miedo.

Esperemos que los mecanismos de autodefensa cuando los temores nos rodean, salgan a relucir y logren borrar toda huella de desamparo, inquietud y ansiedad. Por el bien de Colo-Colo y por el nuestro propio, que los paracaídas se abran a tiempo para evitar sustos mayores.  Valparaíso es una buena plaza donde arrinconar los temores y la esperanza se vista de seda.  

FUERZA ALBA  

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