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FB_IMG_1491763912802 Columnas 

La linda historia que se vivió ayer en el superclásico entre niños de la U y Colo-Colo

La humanidad se ha caracterizado por grandes rivalidades; Rusia vs. USA, el Eje vs. los Aliados, creyentes vs. agnósticos, los de derecha vs. los de izquierda, CR7 vs. Messi, casados vs. solteros, Trump vs. el mundo, el chavo vs. quico, los del A vs. los del B, Mekano vs. Rojo, los que le ponen azúcar a las humitas vs. los que no, etc… Nuestro país no se queda al margen de aquello y una de las más marcadas se da en el fútbol;  Albos vs Azules.

Autor | Señor Quintana Follow @QuintanaChile

Ambos equipos protagonizan el evento deportivo más importante de esta larga y angosta faja de tierra. La rivalidad es grande, marcada y lamentablemente hemos visto incidentes que han llevado la violencia a tal punto que se han perdido vidas por esta compleja diferencia de colores.

Muchas veces no se puede caminar por la calle con algo de tu equipo sin que te saquen la madre o incluso te quieran pegar.

Puedo dar muchos ejemplos y ustedes también.  No pararíamos nunca.

Ayer me tocó ir al Nacional a presenciar y cubrir el clásico 181 por Somos Chile Radio, lugar en el que vi algo que me emocionó y me dio esperanzas en que esa fraternidad que se veía en este tipo de espectáculos en los 60, 70 y 80, todavía se encuentra instaurada en algunas personas.

Nosotros nos ubicamos en el sector de prensa que está en marquesina norte, en unos pupitres que deben estar diseñados por los encargados del puente Cau-Cau, horribles. Delante de nosotros se ubicaron 4 menores, que en promedio no debían pasar los 14 años. De esos, dos eran de la U y dos de Colo-Colo. Uno de ellos, el mayor, fue con la camiseta del Milán, la de Mati Fernández.

Me dio la impresión de que era la primera vez que iban al estadio, los 4 estaban muy emocionados y reían entre ellos. El de la camiseta de mati se daba vuelta a mirarnos y se dio cuenta que también eramos albos, así que nos hizo el gesto garrero con la mano derecha y se sintió respaldado entre tanto azul (eran locales).

El compromiso ya llevaba 20 minutos y los niños con la camiseta azul también nos miraban, con mucho respeto, pese a nosotros ser colocolinos. Les daba lo mismo si compartiamos la pasión por su equipo o por otro, aquello me hizo reflexionar.

Llegó el minuto 23 y Ubilla hacía gritar a los locales. Los dos niños de la U le gritaron los goles al chico de la camiseta del Milan, le pegaban el típico ‘cachamal’ de amigos y dentro de su inocencia, se volvían a sentar, volvían a reir y a comentar lo que pasaba en el Coloso de Ñuñoa.

Terminaba la primera fracción y parecía que los equipos del búho se irían en ventaja, pero Rivero batió a Herrera con un tremendo gol. Fue la ‘venganza’ del muchacho con la camiseta de Fernández y le gritó el gol a sus amigos, nos miró a nosotros y miró a la Garra Blanca que estaba a pocos metros. Se paró, saltó,  gritó el gol, aplaudió y abrazó al niño con la camiseta azul que tenía al lado, como consolándolo.

En el entretiempo apareció Matías Zaldivia, que iba a camarines. Cuando el menor colocolino lo vio, no dudó en gritarle y así llamar la atención del defensor.  ‘Mati, Mati’ le gritó, pero el jugador no lo escuchó producto de la distancia y del insportable parlante del estadio Nacional, así que se levantó, recorrió unos 20 metros hasta que consiguió acercarse a Zaldivia. Sin decir palabra alguna, lo abrazó con un cariño tremendo y le dijo algo, posterior a esto le pidió una fotografía, logrando su objetivo.

El clásico se aproximaba a su tramo final y llegó un momento del que aún se habla, el error de Garcés. Acá pasó algo adicional. Alguien, no sé si azul o albo, se burló del hermano del halcón, Óscar Garcés, y este, descontrolado, quería irse a las manos, siendo detenido por sus acompañantes en varias oportunidades. A ninguno de los dos les importó si había niños, mujeres, ancianos, etc…

El niño con la tricota de matigol se vino abajo con el 2-1 universitario y sus amigos saltaban de alegría, pero vieron mal a su amigo y le pegaron una palmadita en la espalda, “Vamos, tranquilo, va a pasar”, le dijeron.

Colo-Colo pudo empatar y nuevamente nuestro querido hincha albo volvió a sonreír y alegrarse, esta vez ya no gritó el gol en la cara a sus pequeños amigos, miró a la GB, se pegó en el corazón y besó la camiseta, pese a no ser la del Cacique.

Finalizó el cotejo y los 4 se levantaron de sus asientos. Ninguno estaba triste, habían podido disfrutar juntos el partido, como amigos, de esos que se quieren, de esos que disfrutan juntos, pese a no tener los mismos gustos, pese a no ser del mismo equipo. Se abrazaron, comentaron lo de Garcés, lo de Herrera y volvieron a darse un abrazo fraterno, total, ninguno había perdido.

Se levantaron, se juntaron con otra gente con la que habían ido. Los niños azules aplaudían a su hinchada y los colocolinos hacían lo propio con la GB.

Ayer no perdió ni la U ni Colo-Colo. Ayer el fútbol ganó 4 personitas de las que tenemos mucho que aprender.

Los niños nos enseñan que no hay colores futbolísticos, ni razas, ni pensamientos políticos, ni nada que nos tenga que dividir.

Que el fútbol recupere esto, lo lindo de ir al estadio.

Me siento orgulloso de haber visto esto y es algo que podré contar hasta el último de mis días.

Imagen: Guille Salazar

 

 

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  • naxo

    Me cuenta cuando haga algo para q esto pueda suceder en Macul