Columnas DESDE ESPAÑA CON AMOR 

|COLUMNA| Es hora del balance final

DESDE ESPAÑA CON AMOR

FAMILIA ALBA

Estimada familia alba, ahora que el silencio se adueño de nuestras gargantas una vez concluido el torneo Clausura’ 2017 y nuestros corazones guardan callados por los malos momentos vividos, es hora de emprender el sempiterno ritual de soñar que todo dolor sufrido se esfumará en pocas semanas, lo que tarde en arrancar la próxima pretemporada.    

Autor | José Luis Pena Follow @Quincychile

Para ello rearmaremos nuestras almas cargándolas de nuevas ilusiones y esperanzas. A pesar de la tristeza por no poder haber alcanzado la estrella 32, si algo distingue a Colo-Colo y cuantos habitamos en su vientre, es la fortaleza mostrada cada vez que el fútbol nos recluye en el rincón de los mortales.

Tenemos a bien erguir nuestra figura cuando los triunfos se esconden y parecen burlarse de nosotros. Tal vez sea debido a que desde el mismo nacimiento de nuestro club, David Arellano y quienes le secundaron tuvieron que bregar, luchar y pelear para hacer del aquel proyecto una referencia chilena.      

Partiendo de cero nació un equipo campeón. El gran sueño se ponía en marcha en unas condiciones muy precarias, pero de aquel enorme desafío a la lógica y la razón, con la rebeldía por estandarte de unos soñadores sin fronteras, ahora podemos enorgullecernos de seguir la estela de unos hombres de los cuales recogimos su legado.

Como todo matrimonio bien avenido, el amor por nuestros colores va más allá de las victorias y derrotas. Vivimos la noche y el día con igual pasión. Resguardándonos de la lluvia bajo el mismo paraguas. Intentando aunar esfuerzos sin que el desgaste del tiempo haga mella. Gritando orgullos@s de ser portadores de unos genes que jamás lo ahogaremos ni los venderemos al mejor postor.   

Somos alb@s y caciques porque la vida nos condujo a ello. Las cosas de la vida (las importantes, las que nos afectan) no nacen por generación espontánea. Siempre existe una razón, un por qué, un cómo y hasta un cuándo. A unos les viene de herencia familiar amar al equipo que porta el indio en el pecho. En cambio a otros les llegó de rebote, por descuido (jejeje), por llevar la contraria a familiares y amigos; por recuerdos de la niñez cuando en radio y televisión narraban un partido del eterno campeón o de cuando el abuelo contaba sus viejas batallas, y en ellas, aparecía un querido, entrañable y descolorido Colo-Colo revestido de recuerdos añejos de cuando era un milagro que el balón fuese completamente redondo.    

Existen mil razones más. Así podríamos proseguir toda esta columna y cuatro más enumerando las causas y porqués de este amor atemporal, invisible y altamente aditivo. Cada uno de nosotr@s sabemos los orígenes de esta pasión que nos desborda y de la cual sentimos su poderoso influjo, del que escapar es imposible.  

Dejando de lado a quienes se suben al avión sólo cuando el triunfo se nos viene de visita y todos aquellos que hacen de Colo-Colo un negociado, el resto, los que estamos a las duras y las maduras, guardamos luto riguroso en caso de fracaso o brincamos de alegría si la dicha es buena, decirles que somos el auténtico pulmón de esta obra eterna llamada Colo-Colo.   

Ahora que nuestra casa se encuentra zarandeada por simples hombres de negocios, entristecida al no alcanzar las metas soñadas y sumida en un mar de dudas, es hora de volver a reconstruir las almas quejumbrosas, los corazones afligidos y los espíritus doloridos. Si de igual manera aprendimos a ganar también hemos sido capaces de desdoblar las derrotas.  Somos conscientes, familia alba, de las dificultades a salvar. Sabemos que no todo el campo es orégano ni oro todo cuanto reluce. Entendemos que no siempre es posible pisar cumbre. Al menor descuido podemos resbalar y máxime cuando todos nuestros rivales nos tienen unas ganas terribles de vernos caer.   

Morder a Colo-Colo en la cancha es para la gran mayoría de equipos un pecado confesable. De cuando dan sobre el terreno el 120%, te cosen a patadas y caer fulminados cada medio minuto en caso de estar arañando un resultado positivo.  Todos lo hacen, hasta los más grandes cuando juegan a ser menores y se pintan las caras para disimular sus carencias.   

No fue un buen balance final el escrito por Colo-Colo. No logramos nada relevante en los últimos tiempos, salvo la Copa Chile, y este hecho se deja notar en el ánimo de cuant@s proseguimos con el sueño nacido en 1925. Pero somos de otra pasta, estimada hinchada alba. Es en las debacles anunciadas o llegadas sin ser invitadas cuando de usted, de mí y de los demás nace el poderoso impulso de ponerse en pie, convirtiendo paredes derruidas en imaginarios murales repletos de color y fantasía. Nos ponemos manos a la obra en busca de un porvenir más acorde con la historia que cientos y cientos de guerreros forjaron con el transcurrir del tiempo, sin necesidad de llorar más de lo necesario.     

Somos, en definitiva, esa estirpe de luchador@s que aprendimos a alcanzar los cielos sin la obligatoriedad de bucear por las cloacas del derrotismo. Las derrotas no nos dan miedo, en todo caso nos fortalecen, puesto que somos conocedores desde hace mucho tiempo en discernir quién es grande de verdad y quienes juegan a serlo.   

FAMILIA DE @SOMOSCHILERADIO Y @DALEALBO

Si les digo que en este apartado el balance para mí es inmejorable, ¿me creerían? No lo duden. Ahora que Colo-Colo bajó las persianas por vacaciones y el silencio preside la noche por un pequeño tiempo, es cuando voy a sentir la ausencia de quienes semana tras semana se encargan de ser mis ojos, mi voz y mis sentidos.

Las narraciones apasionadas de Danilo Quinteros y Patricio Ocampo de los encuentros del cacique son parte de mi universo. Como sucede con las cosas que rezuman magia, los descubrí  por azar de la vida. Tanto ellos como el estimable aporte de los colaboradores habituales, a los cuales les envío el abrazo más grande que pudieran imaginar, son, por derecho propio ese suspiro inmenso de quien sometido a la distancia sólo les tiene a ellos para sentir a Colo-Colo más cerca si cabe.   

Ejemplo de un amor por el eterno campeón a prueba de balas, dejando, como dice la copla “alma, corazón y vida”, y sin pedir nada a cambio, son en estas circunstancias tan especiales para quien firma este trabajo, cuando todo ese trabajo se valora más. Es menester reconocer que desde mi llegada hacia todos ustedes mi tradicional aislamiento enclaustrado en el binomio espacio-tiempo se quedó un poco más chico.  

El milagro de la amistad, del trabajo bien hecho, de los deseos comunes de ver triunfar a nuestros colores y de ser capaces de querernos y respetarnos en la distancia, denota que no todo está perdido en este mundo. Que todavía quedan restos más que suficientes para creer en la solidaridad y el compañerismo.  

No sólo se convirtieron en algo más que unas voces procedentes del otro lado del mundo. En nómina tengo a cuantos se dejan girones de pasión cada vez que toca escribir una columna o de quienes se esfuerzan día a día en ponernos al corriente sobre los aconteceres de la casa alba. Entre unos y otros ayudándome a esquivar la soledad de este corredor de fondo algo cansino y pesado, lo reconozco, en un intento por arañar centímetros a un mapamundi inamovible e impasible.  

Se transformaron en la quintaesencia de quien ayuda a enderezar esquinas, barrer desiertos y hacer de su pasión mi pasión. Sin ustedes para mi sería utópico escalar las montañas de Júpiter o bucear en las fosa de Las Marianas. Al abrirme sus corazones, al ofrecerme su calor y respeto, al convertir mi noche en día, lograron lo que parecía un empeño estéril y condenado al fracaso: sentirme más albo que nunca.    

Y todo ello gracias a un colectivo de gentes honradas y sinceras, transformados en  esa manada de corazones albos que ni se venden ni hacen de Judas, por mucho que algunos se empeñen en desprestigiar su labor altruista y solidaria con quienes no podemos acompañar a nuestro equipo por esa estrecha y larga franja de tierra llamada Chile.  

MIS OTRAS FAMILIAS

Convivo de manera pacífica con gentes cuyos poros de la piel transpiran otros sentimientos. Son esa parte de mi vida que me gusta recalcar y señalar, más ahora que la bestia de la violencia pareciera despertar en algunos lugares del planeta fútbol. La base se sustenta en el respeto y el cariño sobre todas las cosas. Siempre sostuve que ningún buen hincha de la Universidad de Chile (lo pongo como ejemplo) es mi enemigo a batir. Que los necesito a mi lado porque sin ellos el fútbol perdería todo su encanto y grandeza.    

Al fútbol no debemos dejarlo en manos de quien proclama el odio, la sinrazón y la lucha sin cuartel contra quienes visten sus jardines de otras flores. Somos jardineros, no taladores. La empatía, los buenos sentimientos, la amistad más allá de las fronteras futbolísticas nunca debieran abandonarnos. Como yo, mis amistades del otro lado del río, tendemos puentes para hacer de la rivalidad un sano ejercicio de concordia y salud mental. No levantamos murallones ni deseamos ver las naves contrarias hundirse en el fondo el mar.   

Aquí el balance se muestra estable y con claros signos de recuperación. No es fácil para quien os escribe este nuevo Best Seller adentrarse en esas otras aficiones cuando todo contacto es realizado por medio de un invento maravilloso llamado twitter. El alejamiento impuesto y el desconocimiento en la forma de ser de las personas que se encuentran a miles de kilómetros, hace que me vuelva mucho más prudente y precavido.

Las malas interpretaciones son muy dadas en este medio de comunicación. Se debe hilar muy fino para no incordiar ni molestar sensibilidades diferentes a las mías. Por eso me manejo con precaución y esquivo de la manera más diplomáticamente posible cualquier tipo de agresión que pudiera recibir. Al fin y al cabo, las guerras no se combaten fomentando más guerras, y eso, que en esta batalla por establecer vínculos de amistad siempre te encuentras con alguien predispuesto a degollarte por el simpe hecho de convertirte en la diana perfecta de todas sus frustraciones.

ALGO MÁS QUE UNA FAMILA LECTORA

Como pueden comprobar, toda la columna se inspira en los saludos tradicionales a que les tengo acostumbrados. Siempre, que yo recuerde, el último de ellos va dirigido a todas esas personas, que sin importarles las repercusiones mentales que ello les pudiera ocasionar, se adentran en mis trabajos, empeñándose semana si y semana también en elevarme a los altares de la literatura, si que a esto se le puede denominar de esta manera.   

Constantes, agradecid@s, persistentes y amantes de los platos complicados, sus parabienes y fidelidad son el caldo de cultivo idóneo en el cual me resguardo cuando el cansancio, el sueño o el no saber de qué escribir recorren este humilde cuerpo. A veces cuesta por mi parte elegir los temas seleccionados y en no pocas ocasiones me pregunto si a quienes me dirijo entenderán cuanto les propongo.

Porque esto funciona así: no escribo para satisfacer mis inquietudes intelectuales ni sentirme el rey de la cumbia. Nunca antes lo había hecho. Jamás pensé que todo esto se pudiera llevar a cabo. Agarré la oportunidad ofrecida sin conocer exactamente los límites, pero con el paso del tiempo esos temores iniciales desaparecieron cuando en el horizonte surgió sus poderosas figuras.

Les debo mucho. La comunión establecida se encuentra inspirada en un respeto y admiración mutuos entre quien, como yo, desea que sus pensamientos no se queden recluidos entre las cuatro paredes del mi limbo, y quienes como ustedes, buscan en mis trabajos otras formas de decir las cosas.  

No es fácil amar a Colo-Colo en tierras distantes no solamente en lo geográfico. Con la columna de esta semana son ya 63 las realizadas. En ellas impera la ley de la verdad, el respeto y el cariño de quien no tiene que decir mucho en un país donde las almas se visten con otras ropas. Si bien es cierto que no todas van enfocadas en buscar el análisis más o menos pormenorizado de un Colo-Colo que genera noticias aun cuando se encuentra ausente, lo cierto es que gran parte de todos estos trabajos llevan el sello albo.  

No es un secreto a voces mi amor por el eterno campeón en una tierra para nada hostil, pero por donde los sentimientos se fraguan en otras direcciones. Durante mucho tiempo (me atrevería a decir décadas), cuando las comunicaciones no eran para nada fluidas y se mostraban entrecortadas, el silencio devoraba la pasión. No había medio alguno al alcance que llevarse a las manos. Como es lógico pensar, salvo en casos muy excepcionales, los medios deportivos de mi país tenían (y tienen) otros argumentos e historias que contar, algo totalmente normal por otra parte.  

Por eso, cuando aparecen en el horizonte los trabajos de @xamwel (Sammael) me empapo de unas historias por mi desconocidas o a medio conocer y se convierte en mi enciclopedia particular. Los años de distanciamiento quedaron atrás gracias a él y cuantos forman esa gran familia llamada @SomosChileRadio. Añado a este listado a cuantas personas se toman la molestia de hacer posible que ciertas fronteras puedan ser reducidas a la mínima expresión.   

Siento que los demonios de la distancia fueron barridos desde el mismo instante que supe aprovechar la ocasión prestada. Sin tal vez conocer bien el alcance real que todo esto pudiera generar, lanzándome quizás a tumba abierta y con unas expectativas más que superadas por mi parte, es hora de agradecer todas y cuantas muestras de cariño recibo de ustedes. Porque aquí el balance final también da positivo.

AMENAZO CON SEGUIR

Mí querida familia alba; estimados compañeros de @SomosChileRadio y @DaleAlbo; quienes viajan por otras galaxias y a cuant@s hicieron de mis escritos un doctorado en paciencia y aguante, deciros lo siguiente:

No puedo pediros más. Sois el viento de poniente que mantiene a este viejo galeón fuera de las tormentas. Se convirtieron para mí en el trópico en una tierra donde el frío del silencio apretó de verdad.  Con ustedes sobrevolando mis cielos es imposible extraviarse. No sólo son mi faro sino también mí recién descubierta Cruz del Sur.    

Porque en el balance global –ese donde todo queda reflejado- es más lo que nos une que la distancia geográfica que nos separa. Y con Colo-Colo como epicentro de todas las emociones.

Por ello y a pesar de encontrarnos con un equipo albo envuelto en las brumas propiciadas por el asueto vacacional, yo, que todavía tengo historias que contar, amenazo con seguir martilleando sus presentes, siempre y cuando los responsables de @SomosChileRadio y @DaleAlbo no les de por mandarme a la banca de suplentes. De ser así que Pablo Guede me asista aunque no tengamos el mismo representante. Con todo, familia.  

FUERZA ALBA  

*Columna dedicada a Christiane Endler, exalbita, arquera de la selección nacional chilena de fútbol y actualmente defendiendo los colores del Valencia CF Femenino (España), al obtener en esta temporada 2016-17 el Trofeo Zamora que le acredita como la guardameta menos goleada del campeonato liguero.   

 

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